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‘Nunca en la historia de la humanidad ha habido un encierro de las infancias como hoy’: Susana Sosenski

La académica e historiadora de la infancia publica ‘Robachicos. Historia del secuestro infantil (1900-1960)’.

  • Redacción AN / HG
01 Sep, 2021 02:17
‘Nunca en la historia de la humanidad ha habido un encierro de las infancias como hoy’: Susana Sosenski

Por Héctor González

A medios del siglo XX mexicano dos secuestros conmocionaron al país. Los menores Fernando Bohigas y Norma Granat ocuparon las primeras planas, el primero tuvo ocurrió en 1945 y el segundo 1950. Ambos insertaron de golpe el término robachicos en el imaginario colectivo nacional y se popularizó en la literatura, los cómics, el cine. Conforme ha pasado el tiempo, la violencia infantil ha ido en aumento y el sistema de justicia no ha sabido responder con la rapidez que se requiere, revela el nuevo libro de la historiadora Susana Sosenski.

En su investigación Robachicos. Historia del secuestro infantil (1900-1960) (Grano de Sal/UNAM), la académica de El Colegio de México y especialista en el estudio de la infancia y los medios de comunicación,  revisa los antecedentes de un problema que con el tiempo se incrementó a niveles nunca vistos.

Una de sus líneas de investigación es la forma en que el lenguaje delincuencial y particular la palabra robachicos, influye en la creación de imaginarios colectivos.

Es un tema multifactorial. Atenta contra la libertad de una persona, pero también impacta a nivel vecinal, estatal y nacional. Es imposible pensar el secuestro infantil sin pensar en las imágenes que tenemos del robachicos y en su origen. Me parecía importante estudiar las películas, los cómics, las fotonovelas y la prensa, la función de los medios de comunicación en la construcción de pánicos morales. Revisé, además, cómo era la administración de justicia y casos específicos de familias que denunciaron la desaparición de sus hijos; los usos y abusos de los cuerpos, los secuestros con fines de explotación laboral.

Una conclusión que arroja el libro es la forma en que normalizamos este tipo de términos.  

Se normalizan los abusos e incluso con tintes clasistas y racistas. La normalización de los abusos sexuales a niñas de clases medias y altas es menor. En cambio, cuando una menor de un sector popular es raptada y violada, las mismas autoridades lo toman como el devenir de su vida en la pobreza. Antes el mismo sistema de justicia permitía que el violador evitara la cárcel si se casaba con la niña, con eso restituía “su honor”. En los sectores populares abunda la legitimación de la trata y de la explotación laboral. En libro analizo los secuestros del niño Bohigas (1945), un menor de clase media y de la hija del empresario Jacobo Granat, dueño de un emporio cinematográfico (1950). La prensa se conmovió y les dedicó páginas y páginas, cosa que no hacen con las decenas de niñas pobres que desaparecen en la ciudad. Los medios reproducen esos imaginarios colectivos y al hacerlo educan emocionalmente a sus lectores.

¿Qué nos revela estudiar desde la perspectiva cultural o narrativa este tipo de fenómenos?

La literatura da cuenta de fenómenos sociales por más que sea ficción. Cuando Carlos Fuentes o José Emilio Pacheco escriben sobre los robachicos apenas había ocurrido el secuestro del niño Bohigas, caso que cimbró al alemanismo. Representó un atentado una familia de clase media que se suponía era el ideal para una nación como México. A partir de ahí surgió un pánico desmedido como si estuviéramos rodeados de robachicos. Ambos escritores recogieron ese miedo y contribuyeron a conformar nuestros imaginarios e ideas. Cri-Cri hizo lo mismo en su canción con “El ropavejero”, quien vende a los niños, los objetiva como cosas sujetas a la compra.

Su investigación llega hasta 1960, pero en particular durante los últimos años nivel de violencia contra los niños se potenció.

Los casos mediáticos impactaron en el sistema judicial y propiciaron mayores penas para el secuestro infantil. Sin embargo, creo que el tema no atraviesa por incrementar las sanciones, sino por la forma en que se relaciona la pena con la impunidad y un sistema de justicia deteriorado. Durante los años treinta y cincuenta se secuestraba a niñas para meterlas a burdeles a los que acudían militares, funcionarios de gobierno y policías. Tampoco podemos dejar de lado el perfil urbanístico. Antes había fuertes vínculos vecinales y cierto cuidado. A partir de los cincuenta la ciudad de México creció y los niños quedaron a merced de una gran ciudad que se los come. Durante los sesenta se desarrolla el crimen organizado y comienza surge el tráfico de órganos. En 2006, cuando inicia la guerra contra el narcotráfico, la violencia despunta e incluso dejamos de usar la palabra robachicos porque dejó de atender a la realidad.

Aparecen otros mexicanismos como desaparecidos o levantados.

Así es, no obstante, se mantiene el factor de clase. Angustia más que un niño de clase media o alta esté en la calle que los tres millones de niños o niñas trabajen en las avenidas y en total desprotección. No hay una prensa que advierta lo que este problema. La alarma social está muy relacionada con la clase.

¿Qué impacto tendrá en la dinámica social la reclusión de los niños durante la pandemia? ¿Cuál su opinión alrededor de si los niños deben volver o no las escuelas?

Nunca en la historia de la humanidad ha habido un encierro tal de las infancias como hoy. ¿En qué posición ponemos a los niños para excluirlos del espacio público? Siempre se articula todo en función del riesgo y el miedo. Desde los años cuarenta hasta nuestros días, el espacio público es peligroso y ahora con la pandemia optamos por encerrarlos. Necesitamos reflexionar al respecto. ¿Construimos un espacio público para ellos y ellas? Ante la pandemia, ¿qué espacios públicos les ofrecemos? ¿Solo vivimos un mundo adultocéntrico? En el norte del mundo a los niños a sobrevivir a los riesgos de la calle. Hay una comunidad que los observa y cuida. ¿Por qué aquí no podemos? ¿Qué sucede en México? En relación con la escuela creo que deben asistir. Hay una falsa dicotomía entre espacio público y privado. Defender el derecho de los niños a estar en la ciudad es una responsabilidad estatal. ¿En dónde están sus voces? ¿Cuándo los vamos a escuchar? Los niños son sujetos políticos y tienen claro lo que sucede.

¿Nos ha faltado escucharlos durante la pandemia?

No es una situación particular de la pandemia. Como historiadora de la infancia me ha costado mucho escribir porque los niños no están en los archivos. Quienes documentaron la historia de México no consideraron que los dibujos, cartas y voces infantiles no merecían ser guardadas. Viven silenciados.

 

 

 

 

 

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