“La novela sirve para tener una mirada más certera de las cosas”: Antonio Muñoz Molina
El escritor español habla de su nueva obra ‘No te veré morir’.
- Redacción AN / HG

Por Héctor González
“A la vejez entre más cerca la miras, más te fijas en ella”, dice Antonio Muñoz Molina (Jaén, 1956). Ganador de los premios Príncipe de Asturias, Planeta y Jerusalén, el narrador español admite que tal vez está entrando en su momento tardío.
La preocupación por el amor y el paso del tiempo está cada vez más presente en el narrador y para ejemplo, No te veré morir (Seix Barral), una novela otoñal sobre un amor que nunca se concretó y que para efectos de la historia sirve para contar algo sobre la España reciente, así como para reflexionar sobre el amor como uno de los principales motores del ser humano.
El libro abre con un epígrafe de Idea Vilariño, esto nos hace pensar en Juan Carlos Onetti, quien ha sido una referencia constante a lo largo de su obra.
Al principio de mi vocación de escritor, cuando tenía veinte años, descubrí a Onetti en una entrevista de televisión y a partir de ahí empecé a leerlo. Era un hombre que hablaba con timidez y de manera dubitativa, a veces yo llegué a imitarlo. Más adelante supe que le gustaba una novela mía y tuve la oportunidad de conocerlo, él ya estaba bastante enfermo. Su vida y su trabajo siempre me han influido mucho, por supuesto a través suyo llegué a la poesía de Idea Vilariño y a la relación que hubo entre ellos. De algún modo, todo eso está presente en la novela.
¿Qué libro suyo le gustaba a Onetti?
Es un poco embarazoso decirlo, pero le gustó mucho El invierno en Lisboa; después cuando publiqué El jinete polaco en 1991, El país, periódico donde escribía y escribo todavía, publicó una crítica furibunda contra la novela, en seguida Onetti me llamó y me pidió que viera el diario, venía una tribuna escrita por él llamada “Un jinete muy bienvenido”, lo recuerdo bien porque tengo el texto enmarcado en mi casa. Onetti era un hombre muy generoso con la gente joven. Era de agradecer que gente como él o Juan Marse impulsaran a los más jóvenes.
Ahora que menciona El jinete polaco, aquella novela comparte al menos al principio, el aliento o tono de No te veré morir.
Es verdad, además la inspiración es la misma, la materia de ese arranque es una relación amorosa. En ambos casos se trata de encontrar un tono, una música y un principio poderoso. El acto de escribir no es la traslación de lo que uno tiene en la cabeza sino el momento mismo en que la historia se va inventando.
¿Cuándo se deja llevar de esa manera, párrafos extensos y sin puntos, por ejemplo, piensa en el lector?
Pienso en el lector que soy yo mismo. Sea como sea la historia tiene que sostenerse y ser legible, no puede ser una acumulación irrespirable de cosas, necesita una cadencia y poder ser leída; debe tener sus pausas. Una sintaxis cuidada permite que el lector siga el discurso con un poco de atención. Tampoco creo que el despliegue formal sea tan importante, no es un acto de exhibicionismo, simplemente necesitaba ser así.
Pero es algo que tiene que ver con la musicalidad, y en este sentido no es gratuito que su protagonista escuche a Bach.
En absoluto, mientras escribo no escucho música, pero sí tenía muy presente la música del chelo, un instrumento solitario y austero en donde cabe la alegría y el dramatismo.
Dicen que es el instrumento que más se asemeja a la voz humana.
Exacto, además tiene una cosa muy material porque es madera y metal, como la vibración de la naturaleza, eso me llevó a la figura de Pau Casals a quien convertí en personaje de la novela. Me inspiró mucho una fotografía en la que se le ve en su huerto de la Cataluña francesa vestido con su traje formal, alpargatas de campesino y con el chelo entre las piernas y apoyado en la tierra, es una imagen muy poderosa.
¿Usted toca un instrumento?
Ya quisiera, escucho música con mucha atención, pero en la época en que podía haber aprendido no tenía las posibilidades de una educación musical.
No te veré morir es una exploración del amor, pero también de la vejez, ¿con la edad se ve distinto el amor?
Hay cosas que se ven igual, pero se exploran de distinta manera. En El jinete polaco hay una celebración del amor tangible o presente, y en No te veré morir es un amor bastante fantasmal.
Su nuevo libro se apoya bastante en la memoria y en la vejez…
A la vejez entre más cerca la miras, más te fijas en ella. Desde que empecé a escribir me ha interesado hablar de la conciencia del pasado, la conciencia del lugar que los hechos del pasado tienen en el presente. Cuando eres joven todas las personas de cierta edad te parecen igual de viejas y cuando eres mayor te das cuenta de que hay matices, y de la verdadera extensión del tiempo, no solo en la propia vida sino a través de los hijos y las personas cercanas.
La novela tiene como trasfondo distintos momentos entre ellos, los años setenta que mientras en otros países fueron vibrantes en España se vivieron de otra manera.
En mí país se habla de los sesenta como una España en blanco y negro, pero paradójicamente también fue una época de un cierto desarrollo económico. El nivel de vida gracias al turismo, al dinero que enviaban los migrantes y a cierta incorporación a Europa, mejoró considerablemente, por supuesto el contrapeso de ese cambio era una dictadura cruel, aun así, para muchas personas los sesenta fueron una época de esperanza, de pronto familias de campesinos, como la mía podía tener una nevera o irse de vacaciones. En la novela quería mostrar estos contrastes por eso la protagonista está marcada por la brutalidad de la época, es una mujer repudiada por su marido, entonces había una figura jurídica conocida como el repudio, de modo que de pronto se encuentra sola y con una hija.
Otro elemento interesante de la novela es el juego que hace con los puntos de vista.
Ese es uno de los recursos más eficaces del arte de la novela porque enriquece la narración, aporta profundidad de campo y te muestra que la vida es poliédrica, que cada persona ve el mundo de una manera. Cuando consigo hacer estos cambios de perspectiva me parece que pueden resultar atractivos para el lector.
¿Se escribe una novela para averiguar una verdad?
Más bien para dar forma al proceso de esa búsqueda. Las verdades que cuenta la ficción son distintas a las que cuenta la no ficción, periodismo o el ensayo. La novela en general sirve para tener una mirada más certera sobre las cosas, para intentar ver el contraste entre la apariencia y la realidad. Una buena novela nos da una forma de conocimiento sobre el ser humano o sobre un cierto periodo sobre la vida, es como una parábola que ayuda a comprender la verdad cotidiana de la vida.
¿Hasta ahora que ha aprendido de la vejez?
Se puede aprender que, si tienes una vida más o menos sana y sin el veneno del resentimiento, el tiempo da lecciones extraordinarias, como es el hecho de ver crecer a un niño o a no dejarte engañar a simple vista. Hay algo de plenitud en la edad, siempre que exista salud o que no te pille la catástrofe.
Precisamente ahora lo escucho pleno.
Estaría bien que fuera así, hago mi trabajo lo mejor que puedo. A veces el tiempo te enseña trucos o argucias que terminan convirtiéndote en una parodia de si mismo, pero si tienes una relativa paz o felicidad, puedes ser alguien más o menos sabio. Me gusta mucho cuando veo obras de gente que en la madurez domina su oficio y que sin convertirlo en amaneramiento se mueve con libertad, pienso en Tiziano, Monet o en John Houston, quien hizo en silla de ruedas Los muertos, ese estilo tardío es una maravilla.
¿Considera que esta empezando en su etapa tardía?
No se sabe, pero me gustaría ser más austero y aventurado.







