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“La poesía me ha permitido indagar en las relaciones humanas”: Coral Bracho

La ganadora del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2023 sostiene la necesidad de ver al mundo desde una perspectiva ética.

  • Redacción AN / HG
06 Sep, 2023 19:41
“La poesía me ha permitido indagar en las relaciones humanas”: Coral Bracho
(FIL de Guadalajara).

Por Héctor González

“La escritura de poesía ha enriquecido mi vida en numerosos sentidos”, apunta la poeta Coral Bracho (Ciudad de México, 1951). Tan solo unos días después de haber obtenido el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2023, mismo que se suma a reconocimientos como el Aguascalientes o el Xavier Villaurrutia, la escritora considera que casi todos sus poemas son entidades aisladas.

Al hacer un recuento de su trabajo, Bracho hace un repaso que atraviesa su primera obra Peces de piel fugaz (1977) hasta Debe ser un malentendido (1988), su poemario más reciente, reconoce que si algo ha guiado su escritura es una conciencia ética que considera nunca se debe perder.

¿Qué representa para usted el premio? ¿El reconocimiento implica una suerte de corte de caja de su trabajo?

Nunca imaginé la posibilidad de recibir este premio, y me siento muy, muy feliz, y muy agradecida por la generosidad del jurado. Además de una conmovedora sorpresa, el premio ha significado el gozo enorme de entrar en contacto con muchísima gente admirada y querida, y la necesidad de ver de frente el sentido de mi trabajo.

A lo largo de su poesía hemos leído reflexiones sobre la enfermedad, la muerte y en su libro más reciente Debe ser un malentendido, incluso sobre el acompañamiento a su madre. ¿Qué tipo de testimonio o ejercicio personal ha significado la escritura?

La escritura de poesía ha enriquecido mi vida en numerosos sentidos. Me ha permitido adentrarme en aspectos de la realidad que en la vida cotidiana nos pasan generalmente desapercibidos, y me ha permitido indagar, entre otros muchos temas, sobre las relaciones humanas, desde una perspectiva íntima y desde una perspectiva social más amplia. Mi madre sufrió la enfermedad de Alzheimer en sus últimos años de vida, y yo tuve la oportunidad de estar muy cerca de ella. Eso me permitió ayudar (todos mis hermanos estuvieron siempre muy cerca y profundamente involucrados) a que ella disfrutara lo más posible esos años, y me llevó a entender muchos aspectos de esa enfermedad. Entre ellos, muchos, muy desoladores, porque uno constata la pérdida de innumerables facultades, pero otros muy conmovedores y deslumbrantes, como constatar que los enfermos de Alzheimer se acercan al mundo con el deslumbramiento de un niño, y que (cuando menos      en el caso específico de mi madre) mantienen nociones esenciales sobre la justicia, el amor, y una sensibilidad capaz de percibir y disfrutar la armonía y la belleza.

 Su primer poemario lo publicó con Federico Campbell a finales de la década de los setenta del año pasado, ¿hay algo que extrañe de aquella época?

Gracias a que Huberto Bátis, maestro y amigo de muchos compañeros de mi generación en la UNAM, exigió como trabajo final un libro, escribí Peces de piel fugaz. De alguna manera llegó a manos de Federico Campbell, un gran escritor, y un joven emprendedor y generosísimo en esos años, y lo publicó en La máquina de escribir, una colección de plaquettes que él dirigía, armaba, pagaba con su propio dinero, y, por si fuera poco, distribuía y regalaba a todos. En La máquina de escribir se difundieron plaquettes de numerosos escritores que siguieron escribiendo durante años: David Huerta, Jorge Aguilar Mora, Antonio Deltoro, Margo Glantz, Bárbara Jacobs, Juan Villoro, Álvaro Uribe, entre muchos otros. Fue una época hermosa en muchos sentidos, sobre todo por la enorme cercanía de amigos muy, muy queridos que han sido fundamentales a lo largo de toda mi vida, y porque era un México hermoso, sin duda con enormes conflictos, pero sin la violencia cotidiana en las descabelladas dimensiones que vivimos ahora.

En varios de sus libros hay una suerte de sucesión u orden orgánico, progresivo. Quizá Debe ser un malentendido, se podría ver como algo aparte. ¿Se plantea su literatura como una obra íntegra en sí?

En la mayoría de mis libros hay temas centrales que los atraviesan, pero los poemas son, de algún modo, entidades aisladas. Ese espacio, ese jardín es un poema largo dedicado a mi padre, quien falleció en un accidente de avioneta, cuando yo tenía diez años. Tiene que  ver, pues, con la fuerza de su cariño y de su alegría, que eran únicos, como una presencia incesante a lo largo de mi vida, y con la necesidad de acercarse a la vida y a la muerte de una manera generativa. Marfa, Texas es una serie de poemas que hablan de ese lugar, y Debe ser un malentendido no fue pensado como libro, pero a raíz del constante contacto con mi madre, escribí una serie de poemas cortos que luego reuní en un libro. Eran poemas que describían momentos experimentados con ella, y poemas que hablaban de lo que yo intuía que ella sentía (y que ella ya no podía expresar con el lenguaje), o sobre lo que yo alcanzaba a ver de su relación con el mundo. Antes de publicarlo añadí ocho secciones de un poema largo que lo recorre, totalmente inventado y cambiante, que tiene que ver con un grupo de niños en un kínder, o un grupo de ancianos en un asilo, muy inquisitivos e inquietos, vigilados por varios tutores, siempre parcos y controladores. Este poema largo tiene que ver con la manera disciplinante con que se suele tratar a los pacientes de Alzheimer, cuando lo que más necesitan, de acuerdo con mi experiencia, es disfrutar a fondo lo que les gusta y todavía pueden hacer.

Siguiendo con Debe ser un malentendido, ¿qué tipo de acto reflejo le supuso el acompañamiento de su madre a lo largo de la enfermedad?

Muy pronto me di cuenta de que mi madre sabía que tenía un problema que la limitaba, y de que era consciente de que la demás gente lo notaba, a pesar de que ella quería ocultarlo. A partir de entonces le hice saber y sentir que yo estaba en la misma situación que ella, y que había cosas y juegos que podían ayudarnos para salir “de esa enfermedad de las palabras” como ella la describía. Esta invención mía no solo le dio una enorme confianza en mí, y una libertad para decirme lo que sentía y quería… me abrió también un espacio gozoso para sentir su mundo, como se siente el mundo de los niños cuando nos adentramos en él.

Su trabajo ha tenido también aproximaciones a lo social, pero sin caer en la retórica o el panfleto. ¿Cómo hacer poesía con contenido social sin fecha de caducidad?

Sí, mi trabajo ha tenido aproximaciones a lo social, desde distintas perspectivas que apelan a la justicia, a la necesidad de tolerancia, a acabar con las guerras (entre distintos países o entre ciudadanos de un mismo país), a acabar con todas las formas posibles de desigualdad (económica, de género, etc., etc.,), y crear conciencia de nuestra relación destructiva con los animales, las selvas, los bosques, y, en general, con nuestro planeta. Todas estas perspectivas parten de una conciencia ética, que se requiere siempre como punto de partida, para nuestros actos, y la conciencia de la necesidad y la urgencia de que se ponga en práctica en todos los niveles posibles de la sociedad. Pasan los años, y pasan los siglos, pero no deja nunca de ser necesario ver el mundo y vernos a nosotros mismos en  él desde una dimensión ética.

¿Le resulta estimulante el momento que vive México para escribir este tipo de poesía?

Sí, desafortunadamente, es más que necesario, y hay que hacerlo

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