“Desde que murió mi papá sabía que iba a tener que escribir sobre él”: Aura García-Junco |Video 
La escritora mexicana habla de ‘Dios fulmine a la que escriba sobre mí’, su nuevo libro.
- Redacción AN / HG

Por Héctor González
H. Pascal murió en julio de 2019, en los circuitos de la cultura capitalina era conocido por ser un experto promotor en la música y literatura gótica. Fue, además, papá de la escritura Aura García-Junco (Ciudad de México, 1988), quien recién publica Dios fulmine a la que escriba sobre mí (Sexto Piso), un emotivo y honesto testimonio de una relación padre-hija.
¿Cómo se construyó su relación? ¿Es posible lograr la reconciliación y la expiación a partir de la escritura?, estas y otras preguntas son abordadas en una obra que nos hace pensar sobre en sentimientos como la culpa y la complejidad de las relaciones humanas.
En el libro apuntas que la escritura de Dios fulmine a la que escriba sobre sobre mí, fue un ritual, ¿de qué tipo?
Es un ritual de dos tipos, la escritura que supone el libro mismo y que funciona incluso en la sucesión de tiempo; además, fue una especie de un ritual cristiano o católico que no hice porque soy atea. Use de una manera descarada la literatura para crear ritos alrededor de una muerte.
¿Cómo fue la pulsión de escribir sobre tu padre tan pronto?
Desde que murió mi papá sabía que iba a tener que escribir sobre él. Para mi la literatura es una herramienta para conocer el mundo y bajar emociones e ideas, de modo que nunca tuve duda de que llegaría ahí. No diría que escribí de inmediato sino a un año de su muerte y eso respondió a la necesidad de hacerlo más que a una planeación fría. Lo intenté con la ficción, pero no funcionó.
Aunque todavía están las emociones muy vivas, la última parte del libro me parece más emotiva. ¿Dirías que conformé avanzabas te ibas abriendo más?
Las emociones estaban ahí, un año para una pérdida de este tipo no es nada, por eso soy tan crítica de todo este sistema que reglamenta las depresiones. Cuando empecé a escribir no diría que estaba en depresión, pero sabía que había cosas que atender y que no podía seguir sin hacerlo, de lo contrario podrían convertirse en un problema. Creo que el libro inicia con emociones más negativas porque ahí estaba yo, y conforme avanza cambia porque yo misma cambié. Hacia el final me sentí liberada porque pude sentir sin prejuicios.
¿Pensabas en tu papá como lector mientras lo escribías?
No, no se trataba de eso. Hubiera sido horrible poner un fantasma sobre mi hombro, la idea era hacer un diálogo conmigo y un diálogo con él a través del papel.
En La figura del mundo, Juan Villoro habla de la forma en que los libros fueron una forma de acercarse a su padre, ¿en tu caso fue similar?
Con los años nuestra relación se volvió más distante, al final gracias a los libros nuestras conversaciones podían llegar a algún lado; eso dio pie a un trabajo detectivesco que me encanta porque al menos podía sumergirme en sus libros.
¿Crees que con el tiempo se habrían llevado mejor?
La verdad no tengo ganas de lanzarme a pensar en lo que pudo haber sido, fue lo que fue y murió cuando murió. Son lecturas que se hacen desde un presente que está tan marcado por la muerte que es imposible saber qué hubiera pasado.
En una parte del libro escribes que descubriste que en realidad nunca quisiste conocerlo, quizá hasta ahora con esta investigación.
No es que no lo quisiera conocer, sino que era otro tipo de conocimiento muy marcado por la presencialidad, es curioso porque dirías: está ahí, lo conoces más. Sin embargo, no es así. Las cosas que sucedían eran muy difíciles sobre todo en los últimos años cuando su salud se empezaba a deteriorar. La escritura del libro me permitió tener otra perspectiva para ver otras cosas, además de hablar de otras personas acerca de él. Algunos tenían experiencias radicalmente distintas a la mía, otros tuvieron experiencias similares, pero las vivieron distinto. Incluí unos de esos testimonios, me parecen reveladora la diversidad de posturas alrededor de su pedagogía que era una pedagogía de la crueldad hecha y derecha. Por otro lado, me di cuenta también de que él no me conocía tanto. Muchos de los alejamientos por los que yo me culpé no eran solo responsabilidad mía, eso también me permitió reposar en paz porque me estaba culpando de cosas compartidas.
El libro entonces te permitió lidiar con un sentimiento de culpa…
Sí, ese era uno de los principales temas a tratar, entre otros como la pérdida.
¿Cómo conseguir ver a tu padre con los ojos de hoy, pero comprendiendo que era otra época?
Cada caso es distinto, hay cosas que son imperdonables, aunque aquí no me refiero a mi papá. No se puede generalizar, pero hablando de mi historia creo que es necesario entender que la vida ha cambiado a grandes velocidades y que generalmente la gente no quiere actuar mal. Mi papá tenía el corazón en el lado correcto, era machista porque así creció y se educó. Su historia personal lo hizo tener muchas heridas que no pudo afrontar por la falta de herramientas, hablo bastante de eso en el libro. El mundo era de otra manera también. Al tener claro todo esto, me suenan las campanas del tipo de feminismo que a mí me interesa, y me refiero a un feminismo que aspira a la compresión y a buscar soluciones conjuntas. El gran cambio generacional de él hacia mí fue el feminismo.
En las últimas páginas hablas de una paz interior, ¿la escritura del libro te dejó en ese estado?
La verdad es que sí, obviamente no es una paz perfecta. No dejé de ir a terapia el día que puse punto final, pero sí tenía un propósito y lo cumplió.
¿Qué tipo de personaje era H. Pascal?
Era alguien muy extravagante, así lo veía también mucha gente que lo conoció; era una especie de grunge. Iba son sus playeras de bandas y camisas a cuadros a todos lados. Tenía un sentido del humor desparpajado que a veces molestaba. Era una persona divertida, extrovertida, aunque difícilmente se podía acceder a él; era culta, cariñosa y al mismo tiempo irascible. Lo que sí, es que no dejaba a nadie indiferente. Sin duda era un gran personaje de esta ciudad.






