“Mi vida sería una novela del absurdo”: Guillermo Fadanelli 
El escritor publica ‘Desorden. Crítica de la dispersión pura’, una novela donde reflexiona sobre la ética, la libertad y varias cosas más.
- Redacción AN / HG

Por Héctor González
“El desorden nos hace más flexibles ante la adversidad”, comenta Guillermo Fadanelli. El nuevo libro del escritor mexicano vuelve a echar mano de la filosofía para llevarnos por un recorrido a través de las ideas, la ética y la literatura.
Consciente de la importancia del diálogo como principio de cualquier entendimiento, publica Desorden. Crítica de la dispersión pura (Literatura Random House), una novela, aunque bien puede ser una obra híbrida, cuya apuesta es provocar y ampliar el horizonte ético del lector y con ello su definición de la libertad.
Inicias Desorden hablando de la conversación y de la ingenuidad que supone terminar de leer un libro, dado que el diálogo se puede extender cada que regresamos a él.
Este libro está concebido de tal manera que imita a la vida, a ciencia cierta no sabes cuando comienza y cuando termina, es muy accidentado, de pronto aparecen capítulos o temas inesperados.
¿Te lo propusiste así?
Me propuse escribir un libro donde reinara el desorden, pero con cierto sentido, el sentido sería sobrevivir al desorden visto como tierra, piso o raíz. Construimos mundo, inventamos la ética, la idea del bien y el mal para sobrevivir al desorden, al caos que impera alrededor de nuestras vidas, por ello es un libro que carece de género. Es una novela porque así lo decidí y porque la mente parece una novela, donde los pensamientos son personajes. De alguna manera el desorden nos hace más flexibles ante la adversidad y más atentos a lo heterogéneo. El lector puede comenzar a leerlo desde cualquier capítulo. Finalmente creo que el mundo es la relación de las cosas entre sí, en tanto que la literatura y la filosofía intentan darles sentido a esas relaciones.
Si la vida es una novela, ¿qué tipo de novela sería tu vida?
Una novela desordenada, soy ajeno a casi cualquier disciplina. No sería una novela trágica, sino más bien del absurdo, ahora que se cumplen cien años de la muerte de Kafka. He cambiado de rumbo muchas veces tanto en la literatura como en la vida, aunque para sobrevivir debo aferrarme a unas costumbres e inventarme una idea del bien. Creo como Nietzsche, que el bien y el mal no existen, pero los creamos en comunidad y esa creación es el horizonte ético hacia el cual caminamos. En resumen, mi vida sería una novela del absurdo.
Se ha vuelto lugar común decir que México es kafkiano.
Es verdad, aunque extiendo la obra de Kafka a las personas y al constante sin sentido de nuestros actos. Si lees El proceso encuentras a alguien que no puede salir de un laberinto judicial y que la misma institución de la justicia es una especie de broma metafísica de enredos y absurdos, sucede lo mismo en El castillo, donde nos dice que la realidad siempre está sujeta a la imaginación del individuo. No podemos juzgar fuera de nosotros mismos, no hay comunidad si no hay un conjunto de individuos que se pongan de acuerdo en que son diferentes. La conciencia de la diferencia es la que nos puede ofrecer un poco de comunidad y relación convivencial.
En este sentido es un libro político.
Sí, pero a mí me interesa la política como ética, como reflexión del bien y del mal, como conversación entre los diferentes. La política cotidiana está llena de truhanes, de personajes que piensan en sus intereses, de peleas inútiles, de querellas fuera de lugar que van contra cualquier idea del bien común. Por supuesto, estoy atento y me informo, pero me interesa la política como ética.
¿Ves ahora un buen escenario para esta política como ética?
Hace poco vi una entrevista donde Borges decía: la democracia es un abuso de la estadística y que quizá en trescientos años podamos tener una democracia decente. Para mí la democracia no es solamente el recuento de los votos o la autoridad estadística de la mayoría, para mí es un concepto que implica que la mayoría debe ser la beneficiada, de lo contrario hay una contradicción. Como observador me gustaría que todos llegaran a acuerdos y que hubiera una sociedad más preparada e inteligente para que me dejaran en paz. El único fin por el que deseo que los seres humanos vivan bien en comunidad es para que me olviden y pueda pasar inadvertido. Soy apartidista, espero que algún día desaparezcan los partidos tal como hoy se nos presentan, carentes de ideologías y de una dirección ética, quién sabe si suceda. Dice Amartya Sen, Premio Nobel de Economía, que la ética consiste en preguntarnos cómo van las cosas y qué podemos hacer para mejorarlas, que definición tan sencilla, pero qué difícil resulta.
¿La escritura es tu forma de responder a esta pregunta?
En algunos de mis ensayos intento reflexionar al respecto, pero creo que los libros tienen vida propia. Un libro que lleva un mensaje se anula como buena literatura, de alguna manera debe sorprenderte y conmoverte. Añadir bien a la comunidad es muy sencillo, simplemente no hay que hacer el mal a los otros, no hay que darle vueltas.
En tu libro ligas el desorden con cierta libertad.
Sí, esencialmente esa es la finalidad del libro en caso de que tuviera que ubicar algún propósito. Se trata de ampliar el horizonte ético para tender hacia una libertad limitada, porque en realidad la libertad no existe, es un absurdo; la libertad se crea a través de la construcción de límites flexibles que tomen en cuenta al desorden, la ambigüedad y el accidente. Sin embargo, hay una veta anarquista en mí que siempre se opondrá a todo autoritarismo e implantación rígida de normas en todos los sentidos.
¿Si hubiera de que definirte ideológicamente sería en el anarquismo?
Sí, Kropotkin, el anarquista ruso, decía que el papel de los anarquistas no era hacer la revolución sino convencer a las personas de que la revolución era necesaria. Creo en el anarquismo que tiende hacia la flexibilidad y hacia una convivencia más tolerable y amable. Por supuesto no tolero a los gobiernos, Karl Popper decía que el mayor problema de la sociedad es saber cómo deshacernos de los malos gobernantes, ya con esto tenemos la mitad del camino recorrido, nos queda la otra mitad que es la más difícil.






