“Soy artista, mujer, feminista y de edad”: Ana Gallardo 
La artista argentina inaugura el 10 de agosto, la muestra ‘Tembló acá un delirio’, en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo.
- Redacción AN / HG

Por Héctor González
“El arte es un lugar de privilegio y no lo voy a negar”, reconoce Ana Gallardo (Rosario, Argentina, 1958). Acostumbrada a no hablar con medias tintas, no niega la dimensión autobiográfica en cada una de sus piezas y en particular de lo que es Escuela de envejecer, proyecto que la ocupa desde hace si veinte años y que da forma a la exposición Tembló acá un delirio, que se inaugura el próximo 10 de agosto en el Museo Universitario de Arte Contemporáneo.
A través de su trabajo, Gallardo pone bajo la lupa la violencia contra las mujeres, pero no lo hace desde el victimismo sino desde un deseo de revancha personal y colectiva que plantea la posibilidad de activar desde el arte una práctica reparadora.
¿Cómo llegaste al arte?
Mi padre era poeta, de Granada y mi madre pintora. Ella quiso ser artista. Un tío, hermano de mí mamá, fue un pintor importante, un referente en España, Manolo Gómez Raba, desgraciadamente falleció joven y nadie trabajo en su post mortem. A mi madre, en cambio, por ser mujer no la dejaban, a lo sumo podía pintar bodegones. En esta exposición hay una pieza que habla de esto y de la invisibilidad de las mujeres.
¿Le gustaban los bodegones a tu madre?
No es que le gustaran, es lo que podía hacer. A ella le hubiera gustado ser otro tipo de artista, pero por el contexto es lo que le permitían hacer. En la pieza que se exhibe en el MUAC hay algunos pintados por ella y otros de otras artistas. Un amigo de mi padre me dio unas cartas de las que mi mamá le escribió a mi papá durante su noviazgo, a partir esos materiales grabé un video que también se proyecta en el museo. Mi mamá vivió frustrada porque pensaba que al estar con un poeta viajaría y tendría otro tipo de vida, pero el poeta al final resultó medio bruto y con poca inteligencia emocional. Mis piezas cuestionan la hegemonía jerárquica, excluyente y patriarcal.
¿En la condición patriarcal esta la razón de su frustración?
Sí, en el capitalismo patriarcal, por supuesto ella no tenía idea, ni sabía lo que era el feminismo. Estoy segura de que, si hubiera sabido cómo, no habría sido madre. Murió de una forma bastante dramática, siendo nosotras muy chicas. Nos dejó en una soledad absoluta porque, además, mi papá la abandonó.
¿Cómo procesas esto y en qué sentido tu arte es una respuesta?
Mi arte es una venganza a esta situación. Todo mi trabajo es biográfico y busca armar redes con otras personas. Mi eje en los últimos veinte años se llama Escuela de envejecer, es una pieza que atraviesa mi propia experiencia. Recuerdo que cuando empecé a envejecer no había referentes mujeres en el mundo del arte que hablaran de esto, ahora las viejas estamos de moda. Soy una artista, mujer, feminista y de edad. Soy consciente de que el sistema del arte me está consumiendo y obviamente me dejo consumir, lo tomo como una venganza. Durante este proceso de trabajo me reúno con más mujeres con quienes sanamos y construimos herramientas que nos ayudan a resolver cosas.
En otra de las salas encontramos el testimonio de una prostituta.
La Escuela de envejecer es lo que une a la exposición. La pieza que mencionas es de 2011 y es producto de un trabajo que hice en 2007 en Casa Xochiquetzal. Llegué con todas las ilusiones de una artista contemporánea que quiere trabajar con la violencia y la directora me puso a cuidar de manera inesperada a una mujer que había sido prostituta callejera llamada Estela. Al poco tiempo murió, fue un trabajo muy fuerte porque me movió muchas cosas. Gracias a esa pieza me ubiqué en la ridiculez que significa ser artista, pero después se convirtió en algo mágico porque Estela murió de una manera muy distinta a como lo hubiera hecho sin mis cuidados. Por un rato me convertí en una barquera, tal vez mis masajes o caricias fueron los únicos que recibió de una manera sincera.
¿Cada cuándo la veías?
Tres veces por semana, durante un mes y medio, tampoco fue demasiado tiempo. Esa pieza me ayudó a entender lo que significa el arte. Más allá de mi idea utópica de que el arte es una herramienta para cambiar el mundo, los momentos que compartimos fueron transformadores para las dos.
Hablas de la ridiculez del artista y tiene sentido porque a final de cuentas eres una mujer con ciertos privilegios.
De acuerdo, el arte es un lugar de privilegio y no lo voy a negar. Soy una artista extractivista, generalmente trabajamos con fondos que cuando son privados son de un tipo de gente a la que solemos atacar, o públicos. Pero lo seguiré haciendo, no pienso cambiar de ruta porque he decidido dedicarme a esto y he conseguido transformar a gente como Estela.
Es difícil que un artista reconozca sus privilegios…
Sí, eso se debe al patriarcado porque siempre cree tener la razón. El arte contemporáneo tiene sus conflictos, somos poco visibles, los artistas vivimos en una periferia.
Aunque el mercado del arte es fuerte…
Pero no es para todos y es muy chico.
Pero mueve mucho dinero…
Sí, pero cuánta gente realmente vive de su obra. A lo largo de mi vida he hecho cualquier cantidad de trabajos, apenas ahora se empieza a mover un poco más de mi obra. Las sesentonas estamos de moda, gracias a Louise Bourgeois entre otras. ¿Cuántas madres hay en el mercado del arte?, pocas en realidad.
¿Es una moda o está apertura llegó para quedarse?
Creo que llegó para quedarse, pero hay que trabajarlo y lucharlo mucho todavía. Hay campañas que sostienen que ahora si no eres mujer y disidente no expones, me parece ridículo. Llevamos años en la oscuridad, es justo que nos toque un rato de reflector. Apenas estuve en Varsovia para dar una conferencia y un arquitecto me comentó que ahora las feministas le dan miedo. Lamentó que se sienta así pero no pienso cuidarlo. Ya llegará el momento en que la situación se acomode, pero por ahora lo disfrutaré.
El duelo es otro tema que atraviesa tu trabajo.
El duelo transita todo mi trabajo y entiendo que atraviesa países como México o Argentina. El paisaje, el barro y el carbón son herramientas que me ayudan a trabajar sobre la muerte. Mi madre murió en Rosario, Argentina, no teníamos donde enterrarla y la familia de mi padre nos prestó un nicho. A principios de los noventa nos dijeron teníamos que sacar a mi madre de ahí y mi padre decidió cremarla. Mi hermana se trajo sus cenizas a México, en una bolsa de plástico y un día decidimos tirarlas en las Lagunas de Zempoala. Años después volví al lugar con mi hija y de golpe entendí el poder del paisaje e hice la pieza “Boceto para la construcción de paisaje” que consistió en dibujar la laguna con carbón. Utilizo el carbón pensando que es la recomposición de un cuerpo violentado.
¿En qué momento asumes que tu vida es la columna de tu proyecto artístico?
Cuando era más joven quería ser una artista feminista, en aquel momento nadie habla de esto en Argentina. Durante los noventa comprendí que a través de mi vida podía relacionarme y comunicarme mejor con el mundo, así fue como dejé de hablar de generalidades. Lo personal es político. Cuando empecé a trabajar en Escuela para envejecer me relacioné con mujeres y entre todas hablamos de lo que nos pasa. Además, me gusta discutir con esta idea tan arraigada en el sistema del arte que cuestiona te dice ‘a quién le importan tus problemas’. Si no les gusta lo que hago que se busquen a otra artista.








