La radiación de los microondas no mata todas las bacterias, revela un estudio 
Microbiólogos españoles dieron a conocer que, contrario a lo que comúnmente creemos, en el interior de los hornos de microondas también existen colonias de bacterias capaces de provocar enfermedades.
- Redacción AN / MDS

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Por Julio García G. / Periodista de Ciencia
Desde su invención en los años cuarenta del siglo pasado por el científico estadounidense Percy Spencer, el horno de microondas -que a lo largo de las décadas fue miniaturizándose porque originalmente medía unos 2 metros de altura y costaba unos 3,000 dólares- se ha convertido en una herramienta esencial en la mayoría de las cocinas del mundo.
Estos aparatos, como su nombre lo indica, funcionan emitiendo ondas electromagnéticas invisibles al ojo humano (como las ondas de radio) las cuales son capaces de interactuar con las moléculas de agua que están presentes en todos los alimentos.
De hecho, cuando un alimento pasa más tiempo de lo necesario calentándose, es muy probable que se deshidrate casi por completo porque, precisamente, pierde la mayoría de sus moléculas de H2O.
Pero, ¿cuáles son las probabilidades con respecto a que dentro de un horno de microondas existan bacterias y otro tipo de microorganismos?
De acuerdo con el sentido común, éste nos diría que, debido a que las ondas electromagnéticas emiten radiación y calor, nada podría sobrevivir dentro de las paredes de estos aparatos.
Pero desafortunadamente -en ciencia– no todo funciona bajo los parámetros del sentido común y mucho menos dentro de la lógica de las creencias personales.
Y, precisamente, contrario al sentido común, es lo que recientemente descubrió un grupo de investigadores de la Universidad de Valencia (España) en torno a que, en realidad, en los microondas, sí existen poblaciones de bacterias las cuales pueden llegar a formar una comunidad o microbioma.
Ahora bien, ¿qué tipo de organismos podrían vivir dentro de un microondas y cómo es que se éstos se las “ingenian” para soportar la constante radiación emitida por estos electrodomésticos?
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Resulta que nuestro planeta está habitado por unos pequeños organismos denominados extremófilos, los cuales han estado presentes desde hace millones de años. Éstos, no solamente tienen la capacidad de sobrevivir, sino de prosperar y reproducirse, en los ambientes más hostiles de la Tierra como, por ejemplo, los respiraderos hidrotermales (que son pequeñas fisuras en la corteza terrestre que suelen formarse en el fondo de los océanos generando temperaturas muy altas); en el hielo antártico a temperaturas de decenas de grados bajo cero; y bajo las presiones aplastantes de la corteza terrestre, entre otros muchos sitios más.
De hecho, de encontrarse vida en otros planetas, tanto dentro como fuera del sistema solar, es probable que los primeros organismos hallados sean aquellos que tengan una gran capacidad para sobrevivir a las condiciones ambientales más adversas, como las que podrían darse en un planeta que esté terminándose de formar, o que su atmósfera no cumpla con todas las características necesarias para albergar vida.
Las conclusiones del estudio
Para encontrar una relación entre los extremófilos y los hornos de microondas, los científicos de la Universidad de Valencia, encabezados por la microbióloga Alba Iglesias (el estudio apareció publicado el pasado 7 de agosto en la revista Frontiers) tomaron muestras de 30 hornos de microondas los cuales provenían de diferentes contextos y lugares. Por ejemplo, algunos eran de uso doméstico, otros se compartían en espacios grandes como oficinas y, otros más, se utilizaban en laboratorios para calentar muestras y soluciones químicas.
Posteriormente, el equipo cultivó estas muestras en placas de Petri para así determinar los géneros de los microbios que allí crecieron. También, secuenciaron el ADN del material extraído de los hornos con el fin de tener una idea de la diversidad bacteriana dentro de estos espacios.
Lo más sorprendente es que en los cultivos crecieron un total de 101 cepas bacterianas. Y las dominantes pertenecían al género Bacilus, Micrococcus y Staphylococcus, las cuales suelen vivir comúnmente en la piel humana y en superficies que las personas tocamos con frecuencia.
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De hecho, las bacterias ya mencionadas estaban presentes en los tres tipos de microondas, pero eran más abundantes en los hornos domésticos y en aquellos de uso compartido como los que se utilizan en lugares como oficinas y cafeterías escolares.
También, fueron detectadas algunos tipos de bacterias asociadas a enfermedades transmitidas por el consumo de alimentos.
Por otro lado, y también contrario a la creencia común, y a lo paradójico que pueda sonar esto, es en los microondas de laboratorio donde los científicos encontraron la mayor diversidad genética de bacterias.
Es decir, hallaron extremófilos que no solamente pueden resistir radiación, sino también altas temperaturas y la sequedad extrema que se produce dentro de estos artilugios.
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Respecto a por qué existe la presencia de extremófilos dentro de los microondas, una de las hipótesis que sostienen los investigadores es que los extremófilos encontrados en estos aparatos podrían haber sido seleccionados evolutivamente al sobrevivir a rondas repetidas de radiación.
Ello significa que, poco a poco, y con el transcurso del tiempo, las bacterias han ido adaptándose al tipo de condiciones adversas existentes dentro de dichos aparatos.
Desarrollo de nuevas tecnologías
En lo concerniente al papel que podrían jugar los extremófilos para el desarrollo de tecnologías que hoy por hoy son todavía impensables -o que apenas son utilizadas en el ámbito social- éstos podrían ayudar, por ejemplo, al desarrollo de técnicas como la biorremediación, la cual consiste en estimular el crecimiento de determinadas bacterias con la finalidad de que no solamente se alimenten, sino que destruyan desechos tóxicos, basura, petróleo y solventes que son dañinos para el medio ambiente.
De lograrse, los extremófilos pasarían de ser organismos repulsivos -porque algunos de ellos pueden transmitir enfermedades- a grandes aliados de los seres humanos.
Por otra parte, sobre una posible solución a la presencia de extremófilos en los microondas, lo más conveniente (aunque los investigadores no dicen cómo), sería realizando una limpieza profunda del interior de estos aparatos, igual a como limpiamos la superficie de los muebles de nuestras cocinas para que éstas siempre luzcan impolutas.
Que en los microondas no existen bacterias y microorganismos es un mito que debemos dejar de seguir creyendo porque, una vez más, la ciencia nos ofrece verdades que van en contra de nuestra percepción y creencias, de nuestro sentido común que, muchas veces, suele ser equivocado.