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Colón y la descolonización y despatriarcalización de México | Artículo

En México, el racismo “matizado” se mantuvo como discurso estatal dominante durante las primeras décadas del siglo XX.

  • Julio Moguel
13 Sep, 2021 16:28
Colón y la descolonización y despatriarcalización de México | Artículo
Archivo general histórico del Estado de Chiapas

Julio Moguel

I

La remoción de la estatua de Cristóbal Colón del emblemático Paseo de la Reforma, realizada el 10 de octubre de 2020 para “su restauración”, terminó por ser definitiva, según lo anunció la Jefa de Gobierno de la CdMx el pasado 5 de septiembre –día internacional de la mujer indígena–, pues ya no volverá a un pedestal que en adelante ocupará una mujer olmeca.

El acontecimiento tiene una importancia nodal en un proceso en curso dentro del periodo de transformaciones de “La 4ª”, con acentos muy significativos en la materia dentro del marco establecido para la conmemoración de los 200 años de la promulgación de nuestra Independencia (el presidente de México celebrará dicha conmemoración el próximo 28 de noviembre, en Vícam, territorio de los yaquis).

Hemos de recordar que, el 12 de octubre de 1992, en la conmemoración del V centenario del “descubrimiento de América”, en San Cristóbal de las Casas una manifestación de miles de indígenas derribó la estatua del capitán español Diego de Mazariegos. El mismo día, en la ciudad de Morelia, otra marcha indígena hizo lo suyo con la estatua del virrey Antonio de Mendoza.

En la ciudad de México, ese 12 de octubre, en el Paseo de la Reforma, diversos grupos indígenas y simpatizantes del movimiento indígena del país lanzaron huevos podridos y jitomates contra la estatua de Colón, al tiempo en que algunos encaramados le imponían a la figura metálica del genovés un gorro negro con cuernos rojos y una manta colgada de su cuello que rezaba: “V Centenario de la masacre indígena”.

Archivo general histórico del Estado de Chiapas

Archivo general histórico del Estado de Chiapas

II

El movimiento de reconstrucción de nuestra historia patria no es tema, pues, sólo de académicos o de historiadores, y se convierte en un factor decisivo para la reconstrucción global de nuestras “fórmulas” celulares de “Ser” e “identidad”. Con un esfuerzo que se mueve aún a contracorriente de un río caudaloso que viene de larga data.

La “desindianización” del país ya era un objetivo mayor de las clases ilustradas y de los núcleos políticos fundamentales del siglo XIX. En 1848, un periódico liberal hacía la siguiente caracterización:

La raza indígena es indolente [y] perezosa. Acostumbrada a vivir de poco, desdeña el trabajo; se inclina a la obediencia, y sus escasas necesidades y su ignorancia no dan lugar en ella al espíritu de empresa. Su educación es casi la del salvaje. Identificada con sus antiguos hábitos, no bastaría el tiempo ni el ejemplo para arrancárselos. Es hoy tan supersticiosa como hace dos siglos. Intolerante como la ignorancia, no encuentra medio entre su religión y la idolatría o el ateísmo. (Revista Científica y Literaria de México, 1845.

No eran pocos los criollos y mestizos de la época que creían que la única verdadera y radical solución a los problemas del país era el aniquilamiento de los indios. Así pensaba, por ejemplo, la mayoría de los yucatecos blancos que vivieron el drama de la guerra de castas de mediados del siglo; así lo consideraban también los que enganchaban a los indios por doquier para llevarlos a morir en el trabajo esclavo de Valle Nacional o en las monterías de Tabasco. De igual manera lo pensaban quienes, desde el Estado porfiriano, emprendieron una guerra de exterminio contra los yaquis y mayos de Sonora.

Cuartoscuro

Cuartoscuro

III

El 12 de octubre de 1910, la figura de bronce del nauta genovés en el Paseo de la Reforma fue visitada por miembros de la Colonia Italiana, acompañados por una delegación de la Comisión del Centenario de la Independencia y por trabajadores de las mutualidades El Renacimiento, Mártir de Cuilápan y Doña Josefa Ortiz de Domínguez. A las once de la mañana de aquella fecha, el ingeniero Novi, organizador del encuentro, hizo uso de la palabra para resaltar las cualidades sobrehumanas del marino que descubrió América.

La disputa por dar sentido a aquella estatua del “descubridor” del Nuevo Mundo, colocada en la Ciudad de México desde agosto de 1877, muy pronto pasó del homenaje con color italiano al de la reivindicación simple y genérica de “la raza”, fórmula con la que se expresó el profundo deseo tan criollo como mestizo de la desindianización de la patria. España, con la epopéyica gesta de Colón y sus marineros, habría venido a nuestras tierras a fertilizar la tierra con su sangre, y a civilizar al indio.

Pero la Revolución terminó por hacer más cobriza la medianía del país, cuestión que ayudó sin lugar a duda a que el racismo más radical o descarnado dejara de aparecer como una vertiente dominante.

No obstante, el racismo “matizado” del que ya hemos hablado mantuvo su impronta en casi todos los medios y en la mayoría de los debates. Y no era para menos, pues, si bien es cierto que, como decíamos, la Revolución había hecho más cobriza la medianía del país, la imagen emblemática del triunfo de las armas de la “3ª Transformación” no había sido la de Emiliano Zapata, sino la de Venustiano Carranza.

Venustiano Carranza

Venustiano Carranza

IV

El racismo “matizado” se mantuvo como discurso estatal dominante durante las primeras décadas del siglo XX. Tenemos a la mano una perla significativa como ejemplo. El 12 de octubre de 1946, en las celebraciones correspondientes del “Día de la raza”, José Gorostiza, a la sazón funcionario del más alto nivel de la Secretaría de Relaciones Exteriores, expresó en su discurso “conmemorativo”:

El Creador dijo: “hágase la luz”, y la luz se hizo. También el 12 de octubre de 1492, desde lo alto de un mástil, un sencillo marinero gritó “Tierra”, y la tierra se hizo. Desde entonces empieza a contar nuestro tiempo. El conquistador funda ciudades; se escuchan lágrimas y juramentos, risas y canciones, sostenidas en la marca puntual de las campanas. La vida está creando, otra vez, allí en la tierra, un mundo. España pone el idioma y la fe y la sangre, hirvientes de resolución y de energía. Los pueblos aborígenes ponen el canto y la flor, la ternura y la fatiga, el suelo rebelde y la alta noche estremecida de estrellas.

No se trataba en este caso del tono “radical” que años antes exigían algunos sectores dominantes. Pero impresiona la profundidad de un racismo que entonces –después del sexenio de Cárdenas– ya se había “institucionalizado” y “normalizado”.

José Gorostiza

José Gorostiza

 

V

Habrá que ponerle nombre y apellido a estos procesos que se han venido dando para rearmar nuestra historia patria y acabar por fin con los racismos radicales o “sutiles”.

Valga señalar que en Bolivia ya se hizo este ejercicio, donde llevan a cabo desde el Estado un proceso abierto de “descolonización y despatriarcalización” (Así se llama un Ministerio de gobierno).

Si en México ya estamos en esta ruta, ¿Por qué no seguir el ejemplo?