¿Cuál es la conexión entre libertarios y la extrema derecha?
El ascenso del libertario Javier Milei en Argentina abrió la discusión en torno a las ideas anarco-capitalistas, su viabilidad y cómo se difunden sus planteamientos políticos y teóricos.
- Redacción AN / BJC

El inesperado triunfo de Javier Milei en las elecciones primarias de Argentina ha abierto el debate sobre el libertarismo, los llamados libertarios y su cercanía con el conservadurismo extremo.
Este político de Buenos Aires se describe como anarco-capitalista y basa sus propuestas económicas y sociales en la reducción del Estado al mínimo, la eliminación del Banco Central, la dolarización y desregulación total de la economía; así como en el combate a la izquierda, las castas políticas, lo “progre” o “woke” y en revertir históricos avances en los derechos de la mujer, por ejemplo, el aborto.
Por lo anterior, se asocia a Milei con un perfil de ultra derecha, a pesar de que algunos libertarios, incluyéndolo, no se definen con el término “derecha”; aún cuando tengan en común políticas conservadoras.
Si bien el libertarismo tiene sus raíces teóricas en la Escuela austriaca de economía, que se remonta hasta el siglo XIX, actualmente esta ideología político-económica ha experimentado un giro perceptible, pasando de sus raíces en el libre mercado a una relación cada vez más cercana con el extremismo conservador.

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En este mismo sentido, Pablo Stefanoni en ¿La rebeldía se volvió de derecha? explora cómo los libertarios han virado hacia el ultra conservadurismo, compartiendo valores con éste.
Aunque históricamente los libertarios se presentaban como progresistas en lo cultural y promotores de la autonomía individual, Stefanoni destaca las convergencias actuales entre libertarios y reaccionarios. A medida que ambos grupos rechazan la “demagogia de los políticos” y la justicia social, ha surgido un terreno común que anteriormente parecía improbable, explica el autor.
“El libertarismo es un degradé que va desde liberales clásicos hasta anarcocapitalistas (ancap) o anarquistas de mercado. Se trata de una corriente afincada sobre todo en los Estados Unidos, donde se conecta con ciertos valores del ‘espíritu liberal'”, escribe Stefanoni.
“Tanto los libertarios como los reaccionarios odian la ‘mentira igualitaria’–como hecho fáctico y como valor–, desprecian todo pensamiento ‘políticamente correcto’, comparten su incomodidad con la democracia e imaginan formas posdemocráticas capaces de evitar la ‘demagogia de los políticos’ y las ‘supersticiones estatistas de las masas’ […] Y, no menos importante, todos odian, por igual, a los ‘guerreros de la justicia social’, un término paraguas utilizado en los Estados Unidos para descalificar no solo la lucha por la justicia social en sentido estricto sino la defensa del feminismo, los derechos civiles y el multiculturalismo”, añade.

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A lo largo de su libro, Stefanoni explica la manera en que los libertarios pueden tejer redes políticas con grupos conservadores y populistas, “como la que llevó a Trump al poder en 2016, que hablan en nombre del pueblo contra las élites”.
El discurso libertario contra las élites resulta cuestionable para filósofas como Roxana Kreimer. En su libro “El Fracaso de la Derecha”, la intelectual argentina realiza una crítica al imaginario y las propuestas del libertarismo.
La autora argumenta que la libertad que enarbolan como bandera los libertarios es más bien “la libertad de los empresarios”, pues desregular completamente el mercado no significaría estrictamente un beneficio para toda la población, como las utopías capitalistas prometen.
“La experiencia de varios siglos mostró que, lejos de mantenerse en equilibrio, el mercado genera monopolios y oligopolios. Las empresas chicas son devoradas por las grandes e imponen sus reglas a nivel global, pasando incluso por encima de los poderes nacionales”, escribe Kreimer.
“Estos procesos de concentración creciente de la riqueza en pocas manos también tienen su correlato en el aumento del desempleo, de la cantidad de pobres y de la desigualdad. El mercado librado a su propia suerte genera ineficiencia, crisis periódicas y es dañino para las relaciones humanas. Nada nos dice sobre el tipo de trabajo ni las condiciones humanas que fueron necesarias para crearlas”, agrega en su análisis.
Por lo anterior, explica Kreimer, ha sido necesario que los diferentes Estados implementen leyes antimonopólicas, lo que de todas manera no ha frenado la concentración de riqueza y compañías en un puñado de conglomerados, por ejemplo The Walt Disney Company.
“Prácticamente la mitad de las cien mayores economías del mundo no están conformadas por países sino por grandes corporaciones privadas en busca de beneficio. Cuando la riqueza se acumula en pocas manos, aumenta la brecha entre ricos y pobres“, señala la filósofa.
A través de un recuento histórico y de datos sobre pobreza, la autora explica cómo de 1980 al año 2000 se implementaron políticas denominadas de libre mercado en diversos países en vías de desarrollo.
Estas medidas incluyeron “privatizar bienes públicos, desregular, eliminar los aranceles y la protección de sus industrias, vender los activos nacionales (a las corporaciones del mundo rico, a precios de remate), eliminar los subsidios, devaluar (haciendo que las exportaciones sean más baratas para que las compren los países ricos), liberar el acceso a los recursos para las corporaciones extranjeras, recortar los salarios, los servicios sociales y asignar los ingresos nacionales al pago de la deuda”.
Según los datos evaluados por la intelectual, en esos países, entre los años mencionados, el número de personas que viven con menos de 7.40 dólares por día se incrementó en 1,300 millones, y la proporción aumentó de 62 % a 68 %.
“La imposición de políticas de mayor liberalización del mercado en ese periodo no disminuyó la pobreza, sino que la incrementó“, concluye.

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La periodista de investigación Jane Meyer explica en su libro “Dinero Oscuro” la manera en que empresarios libertarios, como los hermanos David y Charles Koch, han utilizado centros de investigación, “Think Tanks”, para promover sus posturas de liberalismo económico dentro de la política estadounidense y global.
En los setentas y ochentas, “los Koch iniciaron una sorprendente y prolongada guerra de ideas. Subsidiaron centros de investigación y programas académicos aparentemente inconexos y crearon grupos de presión para que sus creencias formaran parte del debate político nacional. Contrataron cabilderos para promover sus intereses en el Congreso y operadores para crear pequeños grupos de base y darle fuerza política a su movimiento en la práctica”, señala Meyer.
El uso de “Think Tanks” para promover ideas libertarias sigue activo al día de hoy. Algunos centros tienen presencia no solo en Estados Unidos, sino en Latinoamérica.
Tal es el caso de “Students For Liberty”, que se describe como “ la organización estudiantil libertaria más grande del mundo” y tiene presencia en México al interior de universidades privadas, por ejemplo el Tecnológico de Monterrey.
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Otro ejemplo es la Fundación Atlas, la cual cuenta con institutos en 17 países y su red es financiada por grandes corporaciones, de las cuales destacan: Pfizer, Shell, Exxon Mobil, Philipp Morris y Procter & Gamble, según consigna Eduardo Silveyra en Revista Zoom.

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Según este escritor, parte del impulso de Javier Milei en Argentina es gracias a la Red Atlas. Afirmación que también realizó el periodista Fabrizio Mejía durante una Mesa de Análisis en Aristegui en Vivo.






