¿A qué se debe la gran actividad solar de estos últimos días? 
Desde el jueves 14 de diciembre, el Sol ha tenido una intensa actividad producto del aumento en el número de manchas solares y cambios en el campo magnético. ¿Cómo afecta esto a la Tierra?
- Redacción AN / MDS

Por Julio García G. / Periodista de Ciencia
Entre el jueves 14 y el viernes 15 de diciembre el Sol produjo una de sus más intensas eyecciones de masa coronal. Esto significa que, de acuerdo con algunos pronósticos, como el del Servicio Metrológico Nacional de Estados Unidos, una poderosa tormenta geomagnética podría contribuir a crear auroras boreales en lo que queda de este fin de semana. Sobre todo, en sitios y zonas en donde regularmente no se observan.
Pero ¿a qué se debe que el Sol haya tenido una actividad tan inusual en los últimos días y semanas?
Resulta que, aproximadamente cada 11 años, el campo magnético de nuestra estrella cambia como resultado del movimiento de sus polos, lo que se traduce en una constante actividad la cual se está acercando a su punto máximo. Además, las alteraciones más evidentes se producen, justamente, a la mitad del periodo de esos 11 años.
El actual ciclo comenzó en 2019 cuando, en aquel año, la actividad del Sol se encontraba en mínimos, es decir, en su punto más bajo. Pero, a partir de entonces, se ha ido incrementando paulatinamente y de forma constante.
Una de las consecuencias de este cambio en el ciclo solar es que, en los próximos dos años, en 2025, podrían observarse auroras con mucha más frecuencia y en latitudes mucho más bajas, por ejemplo, en regiones en donde no suele presentarse este fenómeno. Ello se debe a que en la medida en que las tormentas solares son más intensas, las auroras boreales suelen observarse en latitudes y regiones cada vez más bajas, por ejemplo, más allá de los límites del sur de Canadá (frontera con Estados Unidos) o de los países escandinavos.
Ahora bien, ¿qué son las auroras boreales y por qué causan tanto asombro entre quienes tienen la fortuna de observarlas?
Además de que son estéticamente muy bellas, ya que se presentan en diversos colores como el verde (debido a la interacción de las partículas del Sol con las partículas de oxígeno de la atmósfera, las cuales tienden a excitarse), las auroras son producidas por la interacción entre la magnetósfera de la Tierra y el viento solar.
Este viento (que constantemente nos llega del Sol), adquiere mayor velocidad debido a la presencia de agujeros en la corona solar, o bien por las intensas eyecciones de masa coronal que impulsan al viento solar con mayor fuerza.
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A pesar de que normalmente se habla de auroras boreales (aquellas auroras observables en el hemisferio norte), existen también auroras en el hemisferio sur. A estas últimas se les denomina auroras australes.
La magnetósfera, por su parte, (la mayoría de los planetas suelen tener una) es un escudo protector que se encuentra alrededor de la Tierra el cual desvía hacia los polos -donde existe mayor magnetismo- la mayor parte del viento solar. Este viento normalmente está cargado de partículas de altas energías; si no existiese dicha capa protectora, seguramente la vida en la Tierra no habría surgido debido a la gran cantidad de radiación que bombardearía a nuestro planeta.
Hay que mencionar, además, que las consecuencias de la llegada del viento solar a la Tierra no se limitan únicamente al surgimiento de auroras, sino también a que, cuando se presentan tormentas solares, tanto las comunicaciones satelitales como por radio, así como las redes eléctricas, pueden verse sumamente alteradas.
Por ejemplo, el jueves pasado, y de acuerdo con varias fuentes periodísticas, una gran parte de las comunicaciones por radio en Estados Unidos y otras partes del mundo fueron severamente afectadas, incluyendo aquellas comunicaciones radiofónicas de varios vuelos comerciales. Afortunadamente, y después de aproximadamente dos horas, éstas se restablecieron. Un fenómeno así, con tanta intensidad y con tantas afectaciones, no había ocurrido desde 2017.
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Por otro lado, también se ha podido evidenciar que la reciente erupción ocurrió en el extremo noroeste del Sol. Esto se supo gracias al Observatorio de Dinámica Solar (SDO, por sus siglas en inglés) de la NASA, el cual captó lo sucedido en una región del espectro electromagnético denominada luz ultravioleta extrema. Desde 2010, el Observatorio de Dinámica Solar se encuentra en una órbita extremadamente alta alrededor de la Tierra, desde donde monitorea constantemente al Sol.
Con respecto a si este Observatorio espacial, o algún otro, posee la capacidad de predecir tormentas geomagnéticas, hay que puntualizar que desafortunadamente éstas son imposibles de predecir. Únicamente, los científicos pueden conocer el grado de energía que tienen y, en función de ello, determinar con qué intensidad afectarán a la Tierra.
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Sobre el ciclo actual por el que transcurre el Sol, éste se debe también en gran medida a una mayor presencia de manchas solares. Dichas manchas, que pueden medir miles de kilómetros, son áreas donde el campo magnético es unas 2,500 veces más fuerte que el de la Tierra y mucho más intenso que en cualquier otro lugar del Sol.
Además, debido que el Sol se encuentra en constante actividad, se forman gases con carga eléctrica que tienden a generar imponentes fuerzas magnéticas que dan lugar a la formación de estas manchas. Por si fuera poco -y esto resulta muy peculiar- los gases del Sol poseen un constante dinamismo, lo cual produce que estos gases se enreden y se estiren hasta llegar a la Tierra, en forma de viento, en momentos de gran estiramiento.
Por otra parte, actualmente nuestra estrella se encuentra en lo que los científicos denominan el ciclo número 25, debido a que los registros de las manchas solares se realizan desde el año 1755, por lo que no es exagerado afirmar que, pese a la gran actividad que ha tenido el Sol en estos últimos días, ésta es completamente normal en relación con los demás ciclos anteriores que han tenido lugar en el pasado. Por lo tanto, no existe justificación para alarmarse ni para generar pánico entre la población sobre algún evento catastrófico que resulte de esta aparente inusual actividad.
Habrá, más bien, que salir a disfrutar de las auroras. Pero también, y tampoco hay que minimizarlo, las afectaciones en las comunicaciones podrían producirse con mayor frecuencia y severidad en los próximos dos años, algo para lo que no estamos preparado debido a que cada vez somos más dependientes de tecnologías que utilizan radiofrecuencias. Tecnologías que van desde las redes Wifi para conectarnos a internet hasta las comunicaciones que utilizan los pilotos y aquellas satelitales, entre muchas otras aplicaciones.