Elon Musk y la lucha por moldear el internet | Artículo 
Sería un error sorprenderse por el hecho de que Elon Musk haya corrido a desarrollar su propia inteligencia artificial o que haya decidido enchufarla a Twitter. Pero también sería un erróneo suponer que estamos ante una dinámica inocua o intrascendente.
- Antonio Salgado Borge

Por Antonio Salgado Borge
A Elon Musk no le gustó que la carrera por la Inteligencia Artificial iniciara sin su presencia. Y no se quedó de brazos cruzados. Tras una serie de quejas o berrinches, este multimillonario decidió actuar y meterse en la contienda. Conociendo a Musk, no podía ser de otra forma.
El más reciente paso dado por el dueño de Twitter en este sentido tiene que ver con xAI, su empresa de Inteligencia Artificial que busca ser una alternativa para las inteligencias artificiales de Google y Microsoft. En concreto, Musk ha dicho que su IA será alimentada con los datos de la red social que recientemente ha adquirido.
Este anuncio ayuda a explicar la controvertida decisión de limitar el número de tweets diarios que pueden ser vistos por las usuarias y los usuarios de Twitter. Y es que con esta restricción Elon Musk está evitando que su red social siga siendo un recurso abierto que alimenta a las inteligencias de sus rivales.
Es tentador ver esta decisión como uno más de sus arranques inocuos o triviales a los que Musk nos tiene acostumbrados. Finalmente, que el dueño de Twitter haya corrido a desarrollar su IA y que busque enchufarla a esta red social no parece ser un hecho demasiado relevante.
Sin embargo, este hecho arroja una luz necesaria sobre un asunto raramente discutido públicamente, pero no por eso menos importante: la naturaleza de la relación de los grandes modelos de lenguaje como Chat GPT, Bard o xAI con el internet como lo conocemos actualmente.
Para ver por qué esto es importante, empecemos notando que los grandes modelos de lenguaje pertenecen a la familia denominada inteligencia artificial generativa. Por conscientes o autoconscientes que parezcan, estos sistemas operan en los hechos como versiones sofisticadas de los predictores de texto de nuestros teléfonos celulares. La diferencia es que en vez de predecir con base en lo que uno teclea, la predicción de estos modelos está basada en toda la información con la que el sistema ha sido alimentado.
Dado que su principal fuente de información es el internet, no es sorpresa alguna que los modelos de lenguaje más populares terminen ofreciendo respuestas llenas de errores o información falsa. Es fácil ver que la calidad de la primera base de datos con la que trabajan las IA generativas es de la mayor relevancia para los resultados que éstas ofrecen. Este es un asunto que ha sido discutido de forma sobrada y justificada.
Pero a estas alturas restringir la discusión exclusivamente a esta suerte de “alimentación originaria” arroja una imagen incompleta. En realidad, para entender el alcance de la relación entre las IA y el internet –la base de datos que las alimenta– es necesario dejar de pensar en este proceso como una línea recta corriendo en una sola dirección, y empezar a visualizarlas como un que gira alrededor de un círculo.
Esta naturaleza circular y su relevancia quedan de manifiesto cuando se considera su relación con la emergencia de tres fenómenos que serán determinantes:
El primer fenómeno tiene que ver con el hecho de que el porcentaje de información producida por sistemas de IA que circula en internet está aumentando a una velocidad impresionante. Esto es, estamos transitando hacia un internet que tendrá, eventualmente, una minoría de contenidos generados por seres humanos.
No se trata sólo de publicaciones noticiosas o entradas en blogs, como puede pensarse. En el caso extremo, tendremos inteligencias artificiales respondiéndose mutuamente en foros de discusión e intercambiando correos electrónicos. Y dado que las IA se alimenta principalmente de la información disponible en internet, las IA serán nutridas, cada vez en mayor medida, por información que ellas mismas han generado. Es justamente esta dinámica la que permite afirmar que estamos ante un círculo, y no ante una línea recta.
El segundo fenómeno es que en un porcentaje difícil de cuantificar, pero ciertamente muy alto, las IA están siendo empleadas para producir publicidad y propaganda. Por ejemplo, el periódico El País ha dado a conocer que son cada vez más los sitios de internet que buscan generar clicks de las usuarias y los usuarios mediante contenidos anzuelo (un fenómeno conocido como clickbait) generado por IA. También existe granjas generadoras de contenido, incluido contenido político, que ya funcionan principalmente con base en esta tecnología.
Dada la naturaleza circular de la relación entre las IA y el internet, este fenómeno implica que la carrera por inundar internet con publicidad y propaganda producida mediante esta tecnología hará que la calidad del contenido de la que se alimenta se degenere a pasos acelerados.
El tercer y último fenómeno que vale la pena poner sobre la mesa está relacionado con las llamadas “guerras culturales”.
La conexión IA-internet abrirá un nuevo frente en la disputa en temas como el derecho a las mujeres a decidir sobre su cuerpo, la defensa de la diversidad de género y sexo, la efectividad de las vacunas o la naturaleza de la emergencia climática.
Y es que, considerando los dos fenómenos anteriores, es posible anticipar que quien explote la conexión entre inteligencia artificial y la red podrá generar más y más atractivos contenidos y se encontrará en una posición más favorable. La meta, claro está, es que el círculo se cierre cuando los propios contenidos sean utilizados para alimentar nuevas versiones de esta tecnología.
Es momento de hacer un corte de caja. Hemos visto que la conexión entre la inteligencia artificial es circular, y no linear. La IA se alimenta de la red, pero posteriormente la inunda con los contenidos que ha generado para luego volver a nutrirse de éstos.
También vimos que de esta dinámica se desprenden tres fenómenos importantes: (1) estamos transitando hacia un internet cuyos contenidos serán –en su mayoría– generados por máquinas y no por humanos, (2) habrá una feroz batalla por quienes buscan instrumentalizar estos contenidos con fines comerciales o políticos y (3) los dos fenómenos anteriores abrirán un nuevo frente en las llamadas “guerras culturales”.
Considerando lo anterior, sería un error sorprenderse por el hecho de que Elon Musk haya corrido a desarrollar su propia inteligencia artificial o que haya decidido enchufarla a Twitter. Pero también sería un erróneo suponer que estamos ante una dinámica inocua o intrascendente.








