“El fresa mexicano es el peor de Latinoamérica”: Alberto Montt
El dibujante publica ‘México, la obra maestra del diablo’, un libro que nace del amor y el odio a este país.
- Redacción AN / HG

Por Héctor González
La historia del nuevo libro de Alberto Montt (Quito, 1972), se remonta a un encuentro con mil jóvenes en la FIL de Guadalajara. “Fue algo tan intenso que al terminar el editor me propuso publicar algo de mi experiencia con este país”, recuerda.
Así fue como nació México, la obra maestra del diablo (Planeta), una obra crítica y divertida sobre las contradicciones, vicios y virtudes de un país que, a decir del artista, no permite término medio. “Es curioso porque el libro que tiene mucho que ver con mi historia personal, crecí con Agustín Lara y José Alfredo Jiménez, de hecho, lo hice casi de memoria”, reconoce.
¿En verdad México es la obra maestra del diablo?
Absolutamente. Es el primer boceto, pero también es cuando retocas el trabajo y todavía se ven los errores para perfeccionarlo. México es el infierno y el paraíso al mismo tiempo.
¿Por qué?
Puedo hacer una subdivisión en mi teoría, primero el sentido del humor que es una de las cosas más satánicas que tienen los mexicanos, esa mezcla entre un naif profundo con una oscuridad que asustaría al mismo Hades; hasta su comida, que es la gloria suprema y al mismo tiempo destruye sistemas digestivos. México es los dos extremos y eso hace que sea un país amado y odiado al mismo tiempo por los mismos mexicanos.
¿Un libro como este se hace desde el humor o el amor?
Es un libro que me hizo pasar por distintos estadios. La última vez que estuve en Quintana Roo el espectáculo visual era increíble, pero al mismo tiempo había balaceras a tres cuadras. El libro seguramente comenzó en la rabia de algún desayuno satánico como los que tienen ustedes y al recopilar información terminó en el amor absoluto.
¿Por qué no hacer un libro similar sobre tu país?
¿Cuál de todos?, porque tengo varios.
Empecemos por Ecuador…
América Latina en general tiene contrastes, opuestos, maravillas y desgracias, tenemos una historia común, pero el tamaño de México marca diferencia, es un continente, ya desde ahí hay distintas escalas. La riqueza de la historia mexicana hace que sea un país complejo como pocos: mayas, olmecas, aztecas y toltecas, ya con eso tienes para opacar al resto de la región. Un libro sobre Ecuador o Chile sería mucho más breve. Incluso a Argentina le falta el sincretismo mexicano. El origen real del libro está en una charla que di en la FIL de Guadalajara ante mil jóvenes, fue tan intenso el diálogo que el editor me propuso hacerlo.
¿Qué tiene el humor que, pese a que a veces duele, da risa?
Cuando es honesto, toca fibras. Para que el humor funcione necesita tener ochenta por ciento de realidad, desde esa perspectiva elimina las barreras que pondrías ante una situación normal. Además, también tiene algo de homenaje al target de su risa. Si bien hablo de cosas mexicanas que podrían ser shockeantes, siempre se hace desde el amor y el cariño, no desde el respeto porque para hacer humor de algo hay que faltarle un poco al respeto.
¿Afecta la cancelación o la corrección política al humor? ¿Cómo lo vives?
Es inevitable no pensarlo. Vivimos en sociedades que están constantemente en búsqueda de quién cancelar, pero que lo piense no quiere decir que me afecte. En mi obra trato de ser honesto conmigo mismo y muchas veces eso implica decir cosas que pueden caer mal. Por otro lado, estamos en un momento histórico en donde todo el mundo busca con que ofenderse y eso, la verdad me importa un carajo. Yo me ofendo con que la gente se ofenda. No sé en que momento alguien le dijo a la gente que tenía derecho a transitar por el mundo envuelto en plástico de burbujas, eso me irrita constantemente, entonces trato de no limitarme. El humor es uno de los últimos bastiones donde es necesario mantener la bandera de la interpelación ante cualquier postura. Si no cuestionas posturas como la izquierda, derecha, feminismo o lo que sea, les haces un flaco favor.
Ahora estás en Francia, ¿qué te aporta la distancia al hacer humor de América Latina?
Me aporta empatía. Mi postura ante una Latinoamérica herida era más cruel, ahora sigo considerando que somos un pueblo, pero un pueblo hermoso. Me aporta una mirada más serena y menos afectada. Quizá el libro de México no habría resultado igual si todavía viviera en Latinoamérica.
¿El humor te sigue siendo casi terapéutico?
Sí, el humor es el tubo de escape de todas mis angustias, temores y quebrantos. Desde que empecé a dibujar me servía para organizar mis pensamientos. El dibujo es mi amigo, confesionario y psicólogo.
¿Qué es lo que más te gusta y lo que más te disgusta de México?
Me quedo con todo y lo que menos aguanto, es un grupo socioeconómico que me irrita profundamente. El fresa mexicano es el peor de Latinoamérica, es de un nivel de odiosidad, desconexión, de negación de sí mismo y sus raíces que me rompe la cabeza. Y lo mejor, el aguachile tatemado.






