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2024: ¿El fin de la democracia estadounidense? | Artículo

El próximo año, el país más poderoso del mundo decidirá si continuará siendo, al menos durante cuatro años más, una nación democrática.

  • Antonio Salgado Borge
21 Jun, 2023 10:53
2024: ¿El fin de la democracia estadounidense? | Artículo
Foto: Reuters

Por Antonio Salgado Borge

Algunas elecciones presidenciales democráticas son casi triviales, pues lo que se decide fundamentalmente es qué persona o qué partido llegará al gobierno.

Otras son trascendentales, ya que ofrecen la oportunidad de elegir entre distintos proyectos de nación o ángulos del espectro político contrapuestos.

Pero también hay elecciones que son existenciales; en este tipo de procesos democráticos lo que se decide es la supervivencia de la democracia misma.

Lo ocurrido tras la reciente acusación a Donald Trump por a ver sustraído y ocultado documentos clasificados, uno de los muchos procesos que enfrenta ese expresidente, deja ver que existen al menos tres razones para afirmar que la elección de 2024 en Estados Unidos será de esta última especie.

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Razón 1

La primera razón es evidente cuando se considera la virulencia con que Trump y sus aliados más cercanos han buscado exaltar a la base del Partido Republicano. Por ejemplo, el proceso contra ese expresidente se ha presentado como “acto de guerra” y se ha llamado emprender una “venganza” contra todos los que lo respaldan. La excandidata a la gubernatura de Arizona, una fiel defensora de Trump, incluso ha ligado esa guerra y esa venganza con el hecho de que la mayoría de quienes integran la base trumpista son portadores de armas. La amenaza difícilmente podría ser más explicita.

Este discurso en medios y mítines se complementa con el de sus difusores informales en redes como Truth Social o foros que se encuentra en las alcantarillas del internet. En esos espacios se habla directamente de guerra civil, armas cargadas, de asesinatos en masa y hasta cómo se va a linchar a quienes buscan dañar a su admirado líder. No estamos ante palabras vacías; existen milicias o personas armadas y dispuestas a hacer lo que sea necesario con tal de defender a ese expresidente.

Tal como ocurrió antes del asalto al capitolio en 2020, Trump sabe perfectamente los efectos que sus palabras tienen en el mundo conformado por sus seguidores. La diferencia es que ese mundo se ha venido radicalizando y, sobre todo, que ahora es exaltado por una buena porción del Partido Republicano o medios afines, y ya no sólo por Trump o su círculo más cercano.

El objetivo detrás de esta estrategia también es similar al perseguido por Trump cuando incitó la toma del Capitolio: ejercer presión sobre funcionarios, que se lo pensarían dos veces cuando se trata de ejecutar acciones que puedan enfurecer a la base trumpista. En este sentido, lo que ocurre ahora echa por la borda el argumento de que Trump no jugó un rol en los eventos de hace tres años.

Vale la pena ponerlo con todas sus letras: en la aún más poderosa democracia del mundo, un partido está instrumentalizando a grupos de choque para intimidar al gobierno y a sus rivales. Un triunfo del Partido Republicano en 2024 daría a estos grupos protección política, legal y económica (Trump los considera “buenas personas” y ha amagado incluso con perdonar sus crímenes). Es fácil ver que un escenario donde este grupo continúa creciendo es incompatible con un estado de cosas democrático a mediano plazo.

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Razón 2

La segunda razón detrás de la tesis de que la elección de 2024 será existencial para Estados Unidos, tiene que ver con el enorme crecimiento de grupos y fundaciones en mancuerna con prominentes miembros del Partido Republicano.

Uno de estos grupos, The Conservative Partnership Institute, es en parte dirigido por Mark Meadows, exjefe de staff de Trump y uno de los principales difusores de la idea, claramente falsa, de que hubo fraude electoral en 2020. Otro es el Center for American Renewal, que tiene entre sus integrantes a Jeffrey Clark, acusado de ser de los principales instigadores del intento de golpe detrás del asalto al Capitolio en 2024.

No estamos ante think tanks convencionales. Grupos como The Conservative Partnership Institute y el Center for American Renewal tienen una misión central: analizar y diseñar estrategias para obtener y retener el poder de formas anti-democráticas. O, por ponerlo en las palabras del periodista de The New Yorker Evan Osnos, tienen como función principal ejecutar un “golpe de estado institucionalizado”.

Tampoco estamos ante organizaciones marginales o intrascendentes. Estos grupos han recibido millones de dólares en donaciones, y cuentan con edificios ubicados en zonas lujosas y céntricas.

En este sentido, es sintomático que el primer objetivo de ataque de este grupo no hayan sido personas vinculadas al Partido Demócrata, sino militantes que pertenecen al ala más moderada del Partido Republicano. Y su éxito ha sido notable. Poco a poco este tipo de militantes a quedado relegado o completamente marginado.

Para ver por qué esto es importante, basta con recordar lo siguiente. En las postrimerías de la presidencia de Trump, fueron personas conservadoras y en muchos sentidos impresentables como Bill Barr (ex fiscal general) y Mike Pence (expresidente) quienes decidieron que el asalto a la democracia excedía todos sus límites y pusieron un alto al intento golpista.

Pero los “Barrs” y los “Pences” que quedan en posiciones de poder ligadas al Partido Republicano ya son muy pocos. En consecuencia, es previsible que en 2024 las resistencias internas de gente que no está dispuesta a hacer todo lo que diga y ordene Trump serán mucho menores.

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Razón 3

La tercera y última razón para afirmar que la elección de 2024 será existencial para Estados Unidos también tiene que ver con el hecho de que el Partido Republicano ha optado por antagonizar, no con Joe Biden o con el Partido Demócrata, sino con el Departamento de Justicia de Estados Unidos.

La idea detrás de esta estrategia es que el culpable de las acusaciones contra Donald Trump no es Donald Trump, sino un sistema judicial dominado por los demócratas y esa entidad etérea a la que llaman el “estado profundo”. Y que esto muestra que la justicia está al servicio de las élites y no de las clases populares supuestamente representadas por ese expresidente.

Esta idea, repetida con intensidad y urgencia por prominentes republicanos en sus apariciones en medios o en mítines organizados por ese partido, ya forma parte del reportorio de tropos empleados por la base trumpista.

Es por ello que Trump se siente confiado al prometer que de llegar al poder hará del fiscal un instrumento del poder ejecutivo y lo empleará para perseguir a Biden, a su familia y a cualquier rival político que se oponga a su movimiento.

Desde luego, esta promesa en parte no tiene sentido y es contradictoria.

No tiene sentido porque parte de la base de que, a pesar de todas las evidencias acumuladas, las acusaciones contra Trump son injustas y, por ende, sólo pueden explicarse como políticamente motivadas.

Y es contradictoria porque postula que el Departamento de Justicia está políticamente motivado cuando actúa contra Trump, pero que todo se arreglará cuando Trump llegue a la presidencia y lo utilice discrecionalmente contra sus rivales políticos

Ninguna democracia es viable sin un sistema de justicia independiente. Tan es así, que este había sido un valor compartido por ambos partidos en Estados Unidos. Pero ahora tenemos a un partido completo prometiendo que, en caso de regresar al poder el próximo año, abiertamente someterá a un elemento que, aunque imperfecto, es uno de los pilares de la democracia estadounidense.

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Corte de Caja

Es momento de hacer un corte de caja. Uno de los dos partidos políticos en Estados Unidos busca agitar y movilizar a fanáticos armados o milicias para ejercer presión sobre quienes le resultan inconvenientes. También camina de la mano con grupos que planean abiertamente como obtener y retener el poder de formas anti-democráticas, incluyendo la eliminación de personas conservadoras capaces de actual independientemente. Y tiene entre sus principales objetivos terminar con la independencia de la justicia con el fin de utilizarla como arma para perseguir y doblar a sus rivales.

Con estas tres razones en mente, es fácil ver que lo que las elecciones presidenciales de 2024 en Estados Unidos no implicarán una simple elección entre dos personas o partidos. Ni siquiera estamos ante una mera elección trascendental entre dos proyectos de nación contrapuestos. En realidad, el próximo año, el país más poderoso del mundo decidirá algo aún más importante; determinará si continuará siendo, al menos durante cuatro años más, una nación democrática.