“Los mexicanos vivimos una guerra sin ideología”: Verónica Murguía
“Le tengo celos a la muerte porque se llevó a David”, reconoce la escritora en entrevista.
- Redacción AN / HG

Por Héctor González
Verónica Murguía (Ciudad de México, 1960) es una escritora de personalidad discreta, pero de libros contundentes. Durante la pandemia publicó El cuarto jinete, una ubicada en la Edad Media, pero que hizo en una época donde la enfermedad y la tragedia marcaron el pulso del planeta.
Algo parecido sucede con El ángel de Nicolás (Era), un libro de cuentos que se dispara en varias direcciones que van desde nuestra relación con la religión y la fe, hasta una reflexión profunda sobre el origen de la violencia.
Conmovida todavía por la muerte del poeta David Huerta, quien fuera su esposo, Murguía asegura que él está presente siempre porque fue él quien la incitó a escribir cuento y novela.
Este libro es una reedición, ¿cómo era la retroalimentación con David Huerta al escribir?
Él es el origen de este libro. David me animó a escribir cuento y a crear una novela larga. Para convencerme uso lo que llamaba la técnica enchiladora, me contaba que no creía en el escritor que no era un buey de carga y comenzamos a hablar de nuestros ídolos como Víctor Hugo, Tolstoi, Dumas, quienes hacían verdaderos ladrillos. Para incentivarme con el cuento fue más dulce, cuando terminé “Marcias” se lo di y se emocionó muchísimo. Me propuso llevar mis asuntos medievales y bíblicos a los relatos. Al final me aventé, por eso David está detrás de todos mis cuentos y cuestionamientos sobre la naturaleza humana.
Otro de estos cuentos está dedicado a sus padres…
Sí, porque si no los ponía se iban a sacar de onda. El libro incluye siete cuentos dedicados a siete personas importantísimas. El primero está dedicado a Cecilia Domínguez por ser una madre con una sensibilidad especial para los bebés; otro se lo dediqué a Jorge Aguilar Mora, quien estaba en una especie de exilio voluntario y que adoró a su hijo Diego. “El ángel de Nicolás” no está dedicado a nadie más que a mí, aquí abordo algo esencial para mí como es nuestra propensión a la violencia e incluso me parece muy vigente porque en México ha crecido de manera exponencial y desgraciadamente no está el primer lugar de nuestras preocupaciones.
¿Qué expectativas tienes de la próxima presidenta?
No ha sido muy compañera de las mujeres ni de las luchas feministas. Espero sea más sensible a los problemas de la violencia hacia las mujeres; es una científica, entonces espero que sea más sensible a la educación y las cosas que nos agobian. No sé qué pensar y no quiero renunciar a la sensación de urgencia de solidaridad que me suscita la gente desprotegida de este país. No quiero que me dé el síndrome de Vasconcelos quien se pasó sus últimos años renegando de México, ni quiero parecerme a Vargas Llosa con su actitud de superioridad moral de nuevo europeo.
En los cuentos hablas de esta propensión a la violencia, ¿tendemos a la violencia y el cuerpo es depositario de esto?
Es el depositario total. Somos cuerpo, no tenemos un cuerpo, como se decía en el mundo clásico. Si me dan un tiro en la cabeza se acabó Verónica Murguía y punto. Me parece lógico, como se ha descubierto, que haya neuronas en el intestino. El cuerpo es una totalidad frente al mundo. En el amor, y lo digo por mi experiencia, todo el cuerpo responde a la persona amada. En el caso de dos personas tan cerebrales como David y yo, pero que a la vez eran tan propensas a la cursilería, aunque siempre la mantuvimos a raya en lo literario, nos amábamos con todo el cuerpo. El cuerpo es el depositario de todo lo que nos pasa. La relación entre la vida del cuerpo y pensamiento o el cerebro es más estrecha de lo que imaginamos.
¿Y porqué el castigo al cuerpo?
Porque con él sentimos. Durante la Edad Media, que es de lo único que sé un poco, el castigo in extremis era mostrar el cuerpo destruido y en México nos someten a este castigo constantemente. Todos tenemos miedo a la “hielera”, a la “cobija” a la “bolsa negra”. Me cuesta creer que se filtraran en el vocabulario de la nota roja palabras como emplayado. Lo que los narcos han hecho a los mexicanos es inenarrable. No quisiera tener en mi cabeza al “Nini”, ni que nuestra principal exportación cultural sea Peso Pluma. Los mexicanos vivimos una guerra sin ideología.
En ese sentido, tu trabajo dialoga muy bien con el presente, como también sucedió con su novela anterior El cuarto jinete y la pandemia.
Es verdad, pero siento bien gacho. Por un lado, me da esperanza para tener más lectores, porque es verdad que tengo pocos, no tengo redes sociales y soy una tímida extrovertida. Mis cuentos no tiran línea, pero sí advierten sobre la necesidad de pensar sobre lo que está pasando y de revalorar la vida humana, no solamente en México. Veo la guerra en Gaza y es un genocidio, un vértigo que no termina, lo mismo en Sudán y Ucrania. Ahora, ¿qué hacer después de abrir los ojos?, no tengo idea. Voy a marchas, antes escribía artículos, pero me corrieron de La Jornada. Siento una gran impotencia y lo único que me queda es portarme bien con la gente que me rodea. Estoy echa bolas, pero creo que ese es el destino natural de un escritor. La bondad no es una ñoñez plácida, es otra cosa y deberíamos acercarnos a ella por puro pragmatismo. Si seguimos por el camino de la destrucción terminaremos peor.
¿Qué similitudes encuentras entre la Edad Media y el presente?, por cierto, después de ese periodo surgió el Renacimiento.
Muchas similitudes, el problema es que nosotros tenemos más posibilidades tecnológicas de acabar con el planeta. Soy una persona muy ingenua porque pensaba que después de la pandemia podríamos brincar varias guerras para llegar a una especie de Renacimiento, pero ya vi que no. Vivimos en una época donde no se les hace caso a los científicos ni a los historiadores.
¿Qué hay más en usted desencanto o ingenuidad?
Creo que desencanto, mis libros no son tan ingenuos como yo. Mis cuentos son momentos de lucidez, en la vida real soy bastante atarantada.
¿La violencia es parte de la condición humana?
Sí, es parte de nuestras respuestas incluso biológicas. Me impresiona mucho la épica, la leo desde que era chica y por momentos es bastante seductora. La épica nos dora la píldora sobre nuestro cerebro de lagartija, la hemos adornado y necesitamos superarla. Acuérdate de la fascinación que levantó Games of Thrones, no avanzamos, somos crueles y tenemos la capacidad de no serlo tanto, de todas formas nos vamos a morir.
¿Cómo se lleva con la muerte?
Pésimo porque se llevó a David. Ayer le decía a una amiga, que le tengo celos a la muerte porque se lo llevó, pero sin la muerte la vida no vale nada.






