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“El tema de la identidad me persigue como un fantasma”: Eduardo Halfon |Video Naturaleza Aristegui

El escritor guatemalteco advierte que en su país el gobierno se está queriendo instalar en el poder a cualquier costo; “es un golpe de Estado moderno”.

  • Redacción AN / HG
30 Jul, 2023 07:01
“El tema de la identidad me persigue como un fantasma”: Eduardo Halfon |Video
(Eduardo Halfon).

Por Héctor González

Hace cinco años Eduardo Halfon (1971) se convirtió en padre y desde entonces ya nada es igual para el escritor guatemalteco. A lo largo del último lustro ha visto crecer a su hijo, durante el mismo periodo escribió los textos que hoy integran Un hijo cualquiera (Libros del Asteroide), un libro que va desde temas como la paternidad hasta la situación política de su país.

Persona de espíritu nómada Halfon, ganador de los premios Roger Caillois e International Latino Book Award, se asume como alguien que siempre está de paso. Ha vivido en Estados Unidos, Francia, Alemania y Guatemala, su condición viajera lo obliga a reconocer que uno de sus grandes temas es la identidad. “Cuando era un nómada soltero lo llevaba más fácil, pero ahora me pesa un poco estar heredándole eso a mi hijo, sin que él lo pida”, reconoce.

Actualmente el narrador se encuentra en su país y desde ahí reconoce que su país atraviesa una situación complicada de cara a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales a celebrarse el 20 de agosto, en las que compiten Sandra Torres por parte de la Unión Nacional de la Esperanza y Bernardo Arévalo del Movimiento Sevilla.

En poco más de un año se han publicado Umbilical, de Andrés Neuman; Literatura infantil, de Alejandro Zambra, y Un hijo cualquiera, tuyo. ¿Cómo se está moviendo el tema de la paternidad en autores de tu generación?

Da la casualidad que los tres que mencionas nos convertimos en padres más o menos al mismo tiempo, es curioso que nosotros tres trabajamos el tema al mismo tiempo sin saberlo. Andrés es muy amigo mío, Alejandro y yo somos amigos, pero más lejanos. Los tres libros son muy diferentes. En mi caso no es el tema central del libro, pero sí un hilo conductor. Mi hijo aparece especialmente en unos textos cortos que fui escribiendo a lo largo de sus primeros cinco años de su vida. Son casi miniensayos donde él es nada más que el punto de partida. Durante ese periodo escribí otros textos, algunos por encargo, algunas crónicas más largas sobre mi relación con Guatemala o mi entrada a la literatura, pero en todos de alguna manera la paternidad aparece y es que ya me es imposible no escribir como padre. En casa había un bebé llorando en casa, un niño que me venía a interrumpir, mis pensamientos están en él. Ahora estoy hablando contigo, pero mi hijo está en todos mis pensamientos, en mi rutina, mi energía cambió, el acto de escribir cambió con su nacimiento.

Hay un texto entrañable que termina contigo acariciando a tu hijo, pero también con tu hijo consolándote. En varios de los escritos la vulnerabilidad, en particular la tuya está presente.

Yo diría que está más presente mi vulnerabilidad. El texto que mencionas fue el único que escribí durante la pandemia, estábamos en París, yo tenía una beca. Fue un momento de mucha inseguridad y miedo. No sólo no sabía lo que estaba pasando con la pandemia, sino que estaba sin mi entorno, sin mis médicos, sin mi familia, encerrado en un apartamento de un París surreal porque estaban las calles completamente vacías. ¿Cómo proteges a tu hijo de eso? No solo de lo que estaba pasando afuera, sino de lo que estaba pasando dentro de mí, todo mi miedo. No quería transmitirle eso a mi hijo, entonces también hubo un nivel de desasosiego en mí. Durante la pandemia le mostré a mi hijo un video de un momento muy tierno entre Jane Goodall y un chimpancé, ellos se abrazaron y mi hijo se puso a llorar. Su llanto, su caricia o su ternura me alivió, creo que ese gesto de mutuo contacto, de consolación mutua, entre un padre y un hijo es muy fuerte ser muy fuerte y mágico, no sólo el padre consolando al hijo, sino que el hijo a su vez, y sin saberlo, consolando al padre.

Creo que eso es algo de lo que está cambiando ahora que se cuestionan las masculinidades. Cada vez es más común que los escritores reconozcan la vulnerabilidad del hombre durante la paternidad.

Está cambiando, pero se mantiene a la misma vez. Cuando mi hijo era bebé fui un padre muy involucrado, cambiaba los pañales. Aunque era un acto muy sencillo mi padre no lo entendía porque él es de una generación donde el hombre no hacía esas cosas. Recuerdo que cuando mi hijo tenía un año, estaba sentado en mi regazo y lo estaba acariciando, entonces el tío de mi hijo me dijo “si sigues acariciándolo le vas a sacar brillo”. Todavía son actitudes muy arraigadas en nuestras sociedades, incluyo a México, creo que es un fenómeno muy latinoamericano del padre macho, fuerte, el que no demuestra esa ternura, cariño o vulnerabilidad. Siento que como escritor es ahí donde quiero meter el dedo, es un punto contradictorio de nuestras culturas y sociedades que me interesa. ¿Por qué no acariciar a mi hijo? ¿Por qué no cambiar un pañal? ¿Por qué no echar una mano? ¿Por qué no mostrar mi lado débil?

Otro de los temas del libro es tu relación con la literatura, tuviste un cambio muy accidental de la ingeniería a la escritura. ¿Cómo lo ves en perspectiva?

Lo sufrí como una serie de tropiezos. Tenía 27 años cuando descubrí la literatura, venía de un mundo ajeno completamente. No sólo la ingeniería que fue mi carrera universitaria, crecí en una familia ajena a cualquier manifestación estética. La mía fue una infancia de deportes, comercio y carreras más lucrativas o sensatas, porque esta no lo es. Los 27 años fue un momento propicio para el cambio porque entonces no tenía familia, hijos y pareja, llegué a los 30 solo y por eso pude dar ese giro. Hoy siendo padre y con un hijo en casa no hubiese podido abandonar mi trabajo como ingeniero y dedicarme a algo tan irracional como la literatura, es irracional no como oficio de contar historias sino como un modo de ganarte la vida porque es muy incierto, esporádico y poco valorado económicamente. Hoy ya estoy montado y hay seguir adelante, pero fue un proceso y cambio que se me impusieron. Nunca lo busqué, se dio de una manera muy orgánica y natural, en un momento donde estaba abierto a esos cambios.

Además, tienes una vocación casi peregrina. ¿En cuántos países has vivido?

Sí, muy nómada. No sólo yo, vengo de una familia nómada, desde niño nos fuimos de Guatemala. Aunque ahora regresé siento que estoy de paso, siempre estoy de paso. Soy de una familia que no pertenece a ningún lado. Ahora estoy educando a mi hijo en ese mismo peregrinaje porque nació en Estados Unidos, luego vivió en Francia, estamos en Alemania. Cada año de su vida ha cambiado no sólo de país, sino de lenguaje, habla cuatro idiomas y lo lleva muy bien, pero me pregunto ¿cuánto lo estoy afectando no dándole un hogar? No tiene un lugar que llama casa, tiene varios pasaportes, varias lenguas, casas siempre alquiladas y cajas. Cuando era un nómada soltero lo llevaba más fácil, pero ahora me pesa un poco estar heredándole eso a mi hijo, sin que él lo pida.

¿En ese proceso dónde queda un tema como la identidad?

El tema de la identidad me persigue, no lo tengo presente cuando escribo, pero es obvio que está en todo lo que escribo, esta cuestión de cómo se conforma mi identidad o una identidad. ¿La identidad es estable o se moldea con cada idioma que aprendes, en cada país donde vives, con cada pareja que tienes? ¿Qué es esto de la identidad? ¿Es un disfraz que me puedo poner y quitar? Mi identidad guatemalteca, judía o norteamericana, porque crecí allá, ¿es algo fijo? Es Parménides y Heráclito de nuevo, ¿es la quietud o la permanencia? No lo sé, creo que hay un poco de ambas, hay algo en nosotros estable, pero también algo que se va moldea, crece y se adapta a las circunstancias. Es muy interesante, pero de nuevo, es algo que sé que me persigue como un fantasma, pero trato de no analizar demasiado porque no llegaré a entenderlo jamás.

En el relato ‘Papeles sueltos’ hablas de Knut Hamsun y aludes a la cultura de la cancelación. Ese texto lo terminas con una pregunta que ahora te hago: ¿qué hacer con bellas palabras escritas por una mano inmunda?

Si termino mi relato con una pregunta es que no tengo la respuesta, pero es un tema muy presente hoy en día y podemos mencionar muchos casos como ejemplos. ¿Qué hacer con la obra de alguien que se ha portado mal? Hamsun es un extremo porque era amigo de nazis, es bastante fácil cuestionar su integridad, pero nos dejó novelas maravillosas, Hambre es extraordinaria, escrita por un tipo depreciable. ¿Qué haces con un Neruda cuyos poemas hemos leído toda la vida, pero que admite haber violado a una mujer en sus memorias? No sé qué pasa con la obra de estas personas y no sé hasta qué punto debemos separar o juntar la obra, es una pregunta muy compleja, pero me agrada que nos la estemos haciendo ahora. ¿Cómo leer a Hamsun? ¿Debemos leer a Hamsun sabiendo todo lo que el representaba? Son más preguntas que respuestas.

En tu caso, ¿se te caen Hamsun o Neruda?

No, pero creo que es importante leerlos en ese contexto, Me sucede lo mismo con el cine de Woody Allen o de Louis C. K. Hay películas de Woody Allen extraordinarias, especialmente de las primeras, aunque él como hombre esté muy cuestionado, por no decir juzgado. Creo que hay que seguir acercándose a la obra de estos artistas, pero poniéndolas en contexto. Esta creo que es una pregunta muy delicada, mucho más para profesores, es decir, ¿cómo enseñas ahora la obra de Neruda? ¿La quitas, la tiras a la basura o la quemas?, por decirlo de una manera más dramática, pero es lo que estaríamos haciendo si decidimos no leer a Neruda en las escuelas y esa tampoco me parece la respuesta. Es muy delicado esto de cancelar o quemar una obra, porque lo que sigue es quemarnos a nosotros. Me parece un error anularlos, hay que seguirlos leyendo o viento sus películas, pero de una manera más responsable, más enterada.

Otro tema que circula en el libro tiene que ver con la historia de Guatemala. ¿Cómo atraviesa la historia el momento político que hoy vive tu país?

Es una historia violenta, compleja, de opresión y de silencio, los guatemaltecos fueron silenciados durante mucho tiempo. Hoy en día ves las protestas porque lo que está sucediendo y la realidad es que son bastante tímidas, esto es por un miedo sin duda justificado porque siguen matando y desapareciendo gente. Hay periodistas y jueces exiliados por el clima tan violento que se respira, todo esto está relacionado con la actitud machista de la cual ya hemos hablado, y también con poder hablar y poder escribir. Creo que aquí los que están en la primera línea de fuego son los periodistas, no tanto los escritores de ficción.

¿Qué tipo de salida ves ahora para la democracia guatemalteca?

Es un momento bastante peligroso el que está atravesando Guatemala. El gobierno se está queriendo instalar en el poder a cualquier costo; es un golpe de Estado moderno, técnico, ya no militar o bélico se da a través de los sistemas judicial y electoral, se anula a todos los partidos, el problema es que se les coló uno en la primera ronda de las elecciones y ahora no saben qué hacer. Si se llega a celebrar la segunda ronda el 20 de agosto, este partido ganará, la población aquí está bastante enterada, sabe lo que está pasando y quiere un cambio. El problema vendrá durante los próximos cuatro meses, entre la segunda ronda en agosto y la toma de poder en enero. Puede pasar cualquier cosa porque este gobierno no se quiere ir, veremos si el país tiene la fuerza para evitar eso, ojalá que sí.

¿Pones en duda que se celebre la segunda ronda?

Claro, han tratado de bloquearla. Ya estuvieron a punto de hacerlo legal a través de un par de jueces y de una ministra. Sus intentos fueron bloqueados por la Corte Suprema y el Tribunal Electoral porque son anticonstitucionales.

¿Crees que la reacción del resto de países de América Latina a este tipo de conflictos es poca?, ¿el silencio es por respeto a la soberanía o cómo interpretarlo?

No sé. Nicaragua y Venezuela son ejemplos clarísimos de eso, de otra manera de quedarse en el poder, El Salvador es un caso similar.

Aunque en el caso de El Salvador aparentemente Bukele tiene mucho respaldo…

Sí, pero son países donde ves fuerzas militares con demasiado poder, los ejércitos están atrás del poder, ya no son ellos los que gestan el golpe de Estado, sino gente en saco y corbata, pero con la fuerza militar atrás. cuando sucedió el golpe de Estado técnico hubo mucha reacción internacional condenándolo, pero poco ayuda eso a la población, es decir, ¿qué amparos tiene? ¿Qué vías de expresión tiene el pueblo guatemalteco, en este caso, para impedir que un gobierno se quede en el poder? Están las protestas, han habido muchas y siguen habiendo bloqueos de carreteras y el paro nacional porque no hay más opción, pero sí es un fenómeno preocupante que países especialmente en Latinoamérica, quieran apropiarse del poder.

México recrudece la presencia militar en las fronteras quizás previendo a que pueda haber una ola migratoria.

La ola migratoria existe, pero puede crecer si algo más grave llega a pasar. La gente va a querer huir hacia el norte por miedo a vivir en un país violento y opresor.

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