Lilly Téllez y la felicidad del Presidente | Artículo
Si fuera la candidata opositora en 2024, Lily Téllez se presentaría con una mano aferrada al escudo populista y la otra a la espada de la ultraderecha. Ninguno de estos instrumentos tiene posibilidades reales de ser electoralmente exitoso el próximo año; por el contrario, ambos son pesados lastres que hundirían, aún más, lo que queda de la derecha en México.
- Antonio Salgado Borge

Por Antonio Salgado Borge
Andrés Manuel López Obrador ha celebrado, con una sonrisa de oreja a oreja, la posibilidad de que Lily Téllez sea la candidata presidencial de la oposición en 2024. Su felicidad está bien fundada. Es difícil encontrar un escenario electoral más prometedor para el partido del Presidente.
Con la espada ultraderechista en una mano y el escudo populista en la otra, Lily Téllez ha logrado encabezar casi todas las encuestas serias que evalúan la aprobación de posibles candidatos panistas. Le sigue de cerca Santiago Creel, un arquetípico político del PAN de este siglo. Tal como está el actual panorama, si no existen reglas internas que la desfavorezcan, Téllez estaría cerca de comerse al PAN y, en consecuencia, al PRI y al PRD, los vagones de los que tirará la locomotora panista.
El hecho de que una persona bufonesca, populista y ultraderechista termine devorándose desde sus entrañas al principal partido de derecha mexicano no es novedoso ni sorprendente. El mismo fenómeno ha ocurrido en Estados Unidos, con Donald Trump o en Italia, con Matteo Salvini. Si acaso, lo que sorprende es que en México esto haya ocurrido tan tarde.
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Aludiendo a esta experiencia, alguien podría argumentar que las burlas de AMLO reflejan un exceso de confianza. Finalmente, muchos de los mismos bufones ultraderechistas que han colonizado a su partido en otras partes del mundo se han seguido de largo para alcanzar la presidencia.
Me parece, sin embargo, que AMLO tiene dos buenas razones para mirar el ascenso de Lily Téllez como un divertimiento.
La primera razón es la estrecha vinculación de su discurso con el populismo de derecha. La oposición no tiene mucho que ofrecer en 2024. Estamos literalmente ante el mismo grupo de personas que gobernaron al país y a varios estados durante décadas; es decir, frente a los mismos políticos que fueron rotundamente repudiados en 2018 y que, de acuerdo con todas las encuestas, siguen siendo ampliamente rechazados (siempre y cuando no se hayan mudado a Morena).
Pero no sólo estamos ante el mismo desprestigiado grupo de personas. Estamos también ante el mismo grupo de desprestigiadas ideas y propuestas. Lo único que la alianza opositora promete entonces es el regreso a un estado de cosas pre-AMLO; un regreso que la población, en términos generales, ni por asomo desea.
En este contexto, la única carta que la oposición puede jugar congruentemente en 2024 consiste en alegar que, a pesar de su corrupción, pésima administración y falta de proyecto, un voto por ella es un voto a favor del liberalismo o en contra del populismo que erosiona las democracias.
O, por ponerlo en otros términos, la mejor, si no es que la única carta con que cuenta la oposición hoy en día es plantear a la ciudadanía el siguiente dilema: si quieren que sobrevivan las instituciones que sostienen a la democracia liberal, voten por nosotros; si quieren que se sigan erosionando, vayan y voten por el partido del Presidente.
Pero esta posibilidad desaparece instantáneamente de la mesa cuando la candidatura presidencial opositora es ocupada por una populista de derecha. Y es que quienes entran en esta categoría también se caracterizan por un discurso anti-liberal. No es casualidad alguna que su principal modelo sea la anti-democrática y anti-derechos Hungría de Viktor Orbán.
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Ninguna de las opciones de Morena va a destacar como anti-liberal, entonces, cuando se pare junto a Lily Téllez. Por ende, la eventual candidatura de esta política quitaría cualquier riesgo electoral a la posibilidad de que la candidata o el candidato de Morena se monte sobre el caballo populista y buscando repetir el uso de la fórmula empleada por AMLO (algo que, sinceramente, espero no sea el caso).
En defensa de Lily Téllez, alguien podría responder que AMLO fertilizó y sembró en la parcela populista y que, mientras que las dos personas más probables para ser candidatas de Morena no cuentan con las condiciones personales para cosechar lo sembrado, esta candidata podría hacerlo.
Pero a ello se debe responder que Lily Téllez ha llegado tarde y mal a esta carrera. AMLO ha ocupado exitosamente el espacio narrativo, mediático y estructural del populismo en México. El Presidente cumple con prácticamente todos los elementos que caracterizan al populismo contemporáneo y, aunque no será candidato, mucha gente volverá a votar por él, vía Morena, en 2024.
En este contexto, el único recurso del populismo de derecha disponible para Lily Téllez sería sonar las alarmas del comunismo. Si Téllez es la candidata, previsiblemente escucharemos este discurso decenas de veces. El problema para la oposición es que a estas alturas nadie en su sano juicio cree que México puede volverse “comunista” (que yo sepa, sólo los simpatizantes del movimiento ultraderechista FRENAAA plantean algo semejante; aunque es francamente dudoso que entiendan el significado de este término).
Hemos visto que el peso del escudo del populismo de derecha puede hundir a la oposición y a Lily Téllez. Nos falta revisar la efectividad de su previsible uso de la espada del ultraderechismo.
Empecemos notando que una característica fundamental de la ultraderecha y de sus representantes populistas es su bandera anti-wokista. El término “woke”, que en español significa despierto, es empleado para referirse a una visión que pone por delante la justicia social, y es particularmente asociado con un enfoque progresista y liberal. Por ejemplo, alguien woke rechaza a los opresivos y supuestamente naturales ordenes sociales tradicionales, celebra la diversidad de género, se opone a cualquier forma de discriminación por motivos de raza, abraza el feminismo, y manifiesta preocupación por la crisis climática.
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Por ridículo que parezca, varias personas que simpatizan con la derecha conciben el término “woke” como un insulto. Para efectos de este análisis, lo importante es que para algunos partidos y políticos de derecha radical la estrategia de satanizar el wokismo ha sido relativamente exitosa y esta suerte de cruzada hoy forma parte de la baraja discursiva, por ejemplo, de los dos principales candidatos a la presidencia de Estados Unidos o del partido Vox en España.
Para desgracia de Lily Téllez –y también para desgracia de varias personas progresistas y liberales en México–, ni Morena ni AMLO cumplen con las condiciones necesarias para ser considerados woke. En el mejor de los casos, el Presidente y su partido han preferido navegar en la ambigüedad y la indefinición cuando se trata de suscribir principios progresistas. En consecuencia, la que sería una de las principales armas de la ultraderecha ha quedado anulada de origen.
A ello hay que sumar que, incluso si este no fuera el caso, el anti-wokismo es claramente insuficiente. En países como España, este tipo de discurso cuando mucho ha dado porcentajes de votación cercanos al 10%, y aunque en Estados Unidos asustar con el coco del wokismo ha sido exitoso para quienes buscan obtener la candidatura Republicana, es poco probable que esto sea efectivo en una elección abierta. Es más, bien podría plantearse que, particularmente ante el mercado joven, claramente el más liberal y progresista, esta estrategia podría resultar contraproducente.
Lily Téllez es la precandidata de la oposición mejor valorada en estos momentos. Su persona y discurso destacan en un grupo dominado por políticos e ideas que la población en México repudia claramente.
Pero siempre se puede estar peor. Si fuera la candidata opositora en 2024, Lily Téllez se presentaría con una mano aferrada al escudo populista y la otra a la espada de la ultraderecha. Ninguno de estos instrumentos tiene posibilidades reales de ser electoralmente exitoso el próximo año; por el contrario, ambos son pesados lastres que hundirían, aún más, lo que queda de la derecha en México.
Es fácil entender que celebre y sonría el Presidente.


